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domingo, 30 de marzo de 2014
El derecho de autodeterminación de los pueblos. Un diálogo entre México y Catalunya: Alfred Bosch, Héctor Díaz-Polanco y Miguel Concha
sábado, 29 de marzo de 2014
El político como historiador. Sobre el Neoporfirismo, el nuevo libro de AMLO
El político como historiador
Lorenzo Meyer
REFORMA
27 de Marzo de 2014
TESIS
Una encuesta muestra que el 68% de los
mexicanos considera que el PRI de Enrique Peña Nieto es el "PRI de
siempre" (El Universal, 22 de marzo). El último libro de Andrés Manuel
López Obrador (AMLO), Neoporfirismo. Hoy como ayer (Grijalbo, 2014),
busca dejar en claro que las características de ese "PRI de siempre"
son, en lo fundamental, las mismas que modelaron al sistema político que
se formó entre 1877 y 1911, y que en esa materia México sigue en el
siglo XIX.
Neoporfirismo es el trabajo no de un
historiador sino de un político que busca explicar el presente. El libro
toma su inspiración y método de la voluminosa obra de Daniel Cosío
Villegas -diez tomos de la Historia moderna de México (1955-1972)-,
especialmente su segunda parte, donde Cosío desmenuzó la vida política,
social y económica del México autoritario de Porfirio Díaz. Su objetivo
entonces era encontrar hasta qué punto el fracaso democrático y social
del régimen forjado por la Revolución de 1910 se debió a que no se
superaron las prácticas porfiristas. AMLO recorre ese mismo camino pero
se extiende hasta la actualidad y llega a las mismas conclusiones.
El autor acepta que "Porfirio, como es
obvio, no inventó todas las prácticas autoritarias y éstas tampoco
surgieron de la nada: muchas venían de tiempo atrás...", (p. 154). Sin
embargo, para los propósitos de la obra no es necesario ir muy atrás,
basta con desgranar el sistema político creado por Díaz para sostener
que el "hoy es como ayer".
LA ESENCIA
Fue en los tres decenios porfiristas
cuando el México independiente tuvo, por fin, su primer régimen político
propiamente dicho: el conjunto de instituciones que le permitieron a un
grupo ejercer el poder en todo el territorio con cierta efectividad.
AMLO sostiene que en 1911 el "Ipiranga" se llevó a Europa al dictador
pero no a su espíritu. Y tras el fin de la Revolución reaparecieron los
elementos antidemocráticos al punto que la república neoliberal de hoy
no es, en su esencia, diferente de la "república simulada" porfirista.
En el análisis de AMLO destaca, en
primer lugar, el papel central de la violencia para adquirir y sostener
el poder ante las alternativas representadas por Sebastián Lerdo de
Tejada y José María Iglesias. Y la violencia también está en el origen
del grupo que dio forma al PRI y le sostuvo en sus crisis posteriores.
El afianzamiento de los regímenes porfirista y posrevolucionario se hizo
por la vía de una dupla que sigue funcionando: represión -incluida la
eliminación física de los oponentes- y cooptación, es decir, la compra
del otro. Ambos instrumentos los usó Díaz, los usaron sus sucesores y se
usan hoy. Otras características del porfiriato que se perpetuaron son
la adulteración del proceso electoral y "el dedazo" como método para
designar a sucesores, gobernadores, legisladores, munícipes o miembros
de cuerpos supuestamente independientes.
A pesar de cambios evidentes, también
subsiste el control sobre los medios de comunicación -sobresale el de la
televisión-, en particular a nivel de los estados. El centralismo fue
una característica de los sistemas porfirista y post revolucionario,
aunque algo se ha modificado desde que Roberto Madrazo, como gobernador,
se le insubordinó al presidente Ernesto Zedillo, la vocación
centralista se mantiene.
Díaz, lo mismo que Carlos Salinas, a la
oposición ni la veía ni la oía, hasta que Madero o el EZLN usaron las
armas. También aquí ha habido transformaciones, pero las autodefensas
michoacanas muestran que la fuerza aún debe de ser usada para desazolvar
los canales de comunicación. La corrupción pública no sólo persiste,
sino que pareciera que hoy es "la principal función del Estado" (p.
384). El carácter oligárquico fue el sello del porfiriato y es el sello
del México de 2014 y las cifras de Forbes lo demuestran. La otra cara de
la oligarquía, la masa de pobres y marginados, persiste. El porfiriato
excluyente "nunca fue un proyecto de nación" (p. 223) y el México de hoy
sigue sin serlo.
LO QUE CAMBIÓ
Dos modalidades porfiristas ya no se
trasmitieron al sistema actual, aunque hubo intentos por mantenerlas.
Una fue el ejercicio del poder tras el trono, como lo hizo Díaz con
Manuel González. Esto volvió a aparecer en la relación con Obregón con
Calles y luego en la de Calles con sus tres sucesores. La reelección es
la otra. Obregón la intentó, pero su asesinato la clausuró.
CONCLUSIÓN
Neoporfirismo es un libro extenso (431
pp.) y algunos temas de comparación interesantes entre el hoy y el ayer
quedaron fuera, por ejemplo, la continuidad o ruptura de los papeles del
Ejército y la Iglesia y lo que no tuvo el porfirismo pero la Revolución
sí: un partido de Estado y las organizaciones de masas.
Neoporfirismo es un desmentido a las
tesis del avance en el desarrollo político de México. La tarea de
conquistar la democracia es hoy algo distinta pero tan grande como
cuando la intentó Madero. El punto es intentar el esfuerzo pero sin
desembocar, como hace 114 años, en la solución violenta.
domingo, 9 de marzo de 2014
La gestión exitosa de Evo Morales
sábado, 8 de marzo de 2014
Están convirtiendo en hechos naturales hasta sus mayores crímenes
Alberto Rabilotta
2014-03-07
ALAI, América Latina en Movimiento
Al
igual que las “ofertas” de los mafiosos, las del imperio neoliberal no
pueden ser rechazadas sin fatales consecuencias. Cuando el presidente de
Ucrania, Víctor Yanukóvich, decidió a mediados de febrero pasado no
firmar el acuerdo de comercio con la Unión Europea (UE), Estados Unidos
(EE.UU.) pasó al acto inmediatamente con un golpe de Estado que fue
llevado a cabo con el concurso de fuerzas fascistas previamente
entrenadas, y cuya extrema violencia quedó plasmada en fotos y videos.
Los
fascistas son ahora los comparsas y la guardia pretoriana de los
oligarcas neoliberales asignados por EE.UU. para tomar el poder en Kiev,
respetando el guión revelado en la conversación telefónica filtrada
entre la subsecretaria de Estado Victoria Nuland y el Embajador
estadounidense en Kiev. Y como esos ladrones pescados con las manos en
un bolso ajeno que para salvarse corren y gritan “al ladrón!”, la
reacción de Washington y sus aliados de la UE ha sido la de vociferar
acusaciones contra Rusia por todo lo sucedido.
Esta
crisis es muy grave, y en EE.UU. y la UE están actuando para que del
plano de la política y la diplomacia se llegue al terreno de la agresión
económica, financiera y comercial, sin que se excluya explícitamente la
confrontación militar. Y esto a pesar de que en lo referente a Crimea,
el Presidente Vladimir Putin sólo ha hecho lo que está permitido dentro
de los límites de los acuerdos de Rusia con Ucrania.
Rusia
no está sola y las acciones que el campo del imperialismo neoliberal
emprenda más allá de ciertos límites puede llevar a que muchos países,
entre ellos China, se definan, y eso puede ser más que suficiente para
poner en crisis el sistema financiero, monetario y económico mundial.
Y
si el imperialismo neoliberal está arriesgando tanto por implantar a la
fuerza y con la ayuda de los fascistas, el neoliberalismo en Ucrania, y
agreguemos en Venezuela y otros muchos países en América latina y el
resto del mundo, eso no es signo de fuerza, sino de descontrol y
debilidad.
Al
tratar de explicar el “desvanecimiento” del imperio estadounidense, el
autor y editor Tom Engelhardt comienza planteando, en su artículo “A New
World Order?", en tomdispacht.com (2-3-2014), que “parece que hay algo
nuevo bajo el sol. Hablando geopolíticamente, cuando se trata de la
guerra y los principios del imperio, quizás nos hallamos en territorio
no explorado. Miren en torno suyo y verán un mundo a punto de
ebullición. De Ucrania a Siria, de Sudán del Sur a Tailandia, de Libia a
Bosnia, de Turquía a Venezuela, las protestas ciudadanas (de izquierda y
de derecha) están incitando no sólo desorganización, sino más vale a lo
que parece ser el desensamblado (de-organisation en inglés), una
creciente puesta en tela de juicio del estatus unitario de los Estados,
grandes y pequeños, viejos y nuevos. Guerra civil, violencia y luchas
internas de diverso tipo están visiblemente en alza. En varios casos hay
países extranjeros interviniendo, pero en cada caso el poder del Estado
parece diluirse sin que sea una ganancia para otro poder estatal. Por
eso planteo esta pregunta: ¿En dónde se localiza exactamente el poder en
estos momentos en nuestro planeta?”.
Empezando por el comienzo
Es
difícil, por no decir imposible, entender lo que está sucediendo en el
mundo contemporáneo sin primero interpretar el efecto que los cambios
estructurales de las últimas décadas en el modo de producir capitalista
han tenido sobre las economías, el poder político y las sociedades de
los países dominantes y dominados.
Edgardo
Mocca, en el diario argentino Página/12, escribe –y voy a citarlo
extensamente-, que “la imparable vocinglería mediática provocadora y
desestabilizadora a que asistimos tiene una serie de implicancias
políticas y culturales que suelen ser insuficientemente consideradas,
tanto entre quienes las ignoran deliberadamente a la hora de analizar la
política como en alguna de las miradas críticas que tienden a ver la
relación entre los medios y la sociedad como un mero fenómeno de
manipulación y creación artificial de estados de ánimo” (1)
Apoyándose
en “la magistral reconstrucción del pensamiento del sociólogo argentino
Oscar Landi que realiza Eduardo Rinesi en su libro ¿Cómo te puedo
decir?”, Mocca nos recuerda que en el caso argentino, y esto puede ser
válido para el resto del mundo, “la sociedad actual es el resultado de
un conjunto de experiencias políticas que se desarrollaron en los
últimos cuarenta años en el contexto de una mutación radical a escala
planetaria del mundo laboral, social y cultural en el que vivimos, una
mutación que tiene en su núcleo la cuestión política, la cuestión del
poder”.
Y
más adelante, siguiendo las ideas de sociólogos como Richard Sennett o
de filósofos como Zygmut Bauman y Horst Kurnitzky, apunta que “la
mutación mundial es, ante todo, la afirmación de una nueva hegemonía
cultural y política, la de un bloque social organizado alrededor de las
nuevas formas de dominación económica que tienen en su centro al capital
financiero. Se trata del capital desterritorializado por excelencia, el
que no necesita fábricas ni concentraciones de trabajadores, el que
puede moverse sin límites a través del planeta. No es mera dominación,
es hegemonía porque tiene la capacidad de formar el sentido común
predominante, no solamente por su capacidad innegable de manipularlo a
través de gigantescas agencias de formación de opinión, sino
principalmente porque ese sentido común corresponde a una manera nueva y
distinta de vivir (cuya esencia) es la dispersión, la desagregación
social, el individualismo extremo. Es el modo de vivir que corresponde
al desmantelamiento de la sociedad industrial y salarial, a la
flexibilización de las relaciones laborales, al debilitamiento de las
viejas formas productivas fondistas y el auge de los servicios, puestos a
disposición de un impulso consumista que se mueve en forma
vertiginosa”.
La destrucción creadora del capital
Al
economista Joseph Schumpeter se le atribuye la definición de que “la
destrucción creadora”, que empresas o sectores económicos se desplomen,
es parte esencial del capitalismo porque permite una reconstrucción y
nuevas bases para la reproducción del capital. La destrucción económica y
social es una herramienta que desde el inicio el capitalismo utilizó en
todas las sociedades que encontró en su camino, porque este sistema es
incapaz de funcionar sin un mercado libre de trabajo, como decía Karl
Marx.
Ya
no existe esa “sociedad sólida” que muchos califican de “fordista” por
las líneas de producción que juntaban a cientos o miles de trabajadores,
que habitaban en los barrios obreros y constituían parte esencial de
esa sociedad burguesa que el filósofo y sociólogo Zygmut Bauman describe
como un “obligado matrimonio” entre la clase burguesa y la clase
trabajadora, que siempre fue tenso y lleno de disputas, pero que excluía
el divorcio porque el capital sólo existe si hay trabajo asalariado, lo
que obligaba a las partes en lucha a negociar convenciones laborales
que devinieron las reglas sociales, legales y de convivencia de la
civilización industrial..
Esa
sociedad sólida ha dejado de existir en los países del capitalismo
avanzado, para dar paso a una sociedad líquida, fluida, en la cual el
trabajo, cuando existe, ha pasado a ser una mercancía más, y que como
tal está fuera de la protección que aseguraba el “contrato social”
ganado a través de las luchas sindicales y políticas. En otras palabras,
la economía fue liberada, desincrustada de la sociedad.
Bauman
escribe, en su libro “Modernidad Líquida”, que en esta sociedad,
“víctimas de las presiones individualizadoras, los individuos están
siendo progresiva pero sistemáticamente despojados de la armadura
protectora de su ciudadanía y expropiados de su habilidad e interés de
ciudadanos. En estas circunstancias, las perspectivas de que el
individuo de jure se transforme en un individuo de facto
(o sea, aquel que controla los recursos indispensables de una genuina
autodeterminación), son cada vez más remotas. El individuo de jure no puede transformarse en un individuo de facto sin primero convertirse en ciudadano.
No hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma, y la autonomía
de la sociedad exige una autoconstitución deliberada y reflexiva, algo
que sólo puede ser alcanzado por el conjunto de sus miembros” (página 46
del libro citado).
¿Hay fascismo en Venezuela?
El
gobierno venezolano califica de “fascistas” los grupos que están
efectuando actos de violencia como una forma de protesta que busca
derrocar el gobierno constitucional, que han tratado de tomar edificios
gubernamentales y causado muertes, destrozos importantes y que paralizan
el tráfico y las actividades normales en ciertas municipalidades, y
afirma que estos grupos han recibido diversos tipos de apoyo de EE.UU. y
de las fuerzas que aún controla el ex presidente colombiano Álvaro
Uribe, un peligroso sociópata aliado de Washington.
En
dos párrafos (17 y 18) del artículo anterior (2) cité lo que el
historiador de la economía Karl Polanyi caracteriza como grupos o
movimientos fascistas, y es evidente que tanto los ingredientes como las
condiciones culturales, sociales y políticas, así como los apoyos
internos y externos, están presentes para el desarrollo de grupos
fascistas en Venezuela, y en muchos otros países.
Quizás
por su desarraigo de todo lo que haya sido o sea el concepto y la
realidad de patria, nación o país, que estaba de más mientras estuvo
asociada al imperialismo para explotar el país, la oligarquía y la
burguesía consumidora venezolana estuvo condenada a ser lo que es, una
clase que se ha vuelto más pro imperialista, antinacionalista y
extremista a medida en que guiado por Hugo Chávez el pueblo venezolano
fue avanzando en la construcción de una consciencia nacional, rescatando
su valiosa y magnifica historia, fortaleciéndose cultural, social y
políticamente, y creando las bases de la verdadera patria que tanto
faltaba.
¿No
podemos decir lo mismo de las oligarquías y burguesías de Argentina,
con su reacción visceral ante el rescate nacional que logró el liderazgo
de Néstor Kirchner y ahora de Cristina Fernández de Kirchner, y las de
otros países? Estas irreductibles oligarquías y burguesías nuestras son
la máxima expresión de la mutación de que habla Mocca, de esa hegemonía
social y cultural del consumismo, que desgraciadamente también afecta a
las clases medias, a nuestras juventudes, al conjunto de nuestras
sociedades.
Hay que ver lo que no vemos o no queremos ver
El
escritor, columnista y amigo Carlos Fazio, quien en México ha
investigado la cuestión de la violencia organizada al servicio del poder
y del sistema imperialista, empieza su último análisis en el diario La
Jornada de México, titulado “Sobre mitos, crimen y política” (3 de marzo
2014) citando al comisario divisionario Jean-François Gayraud, de
Francia y especialista en el crimen organizado, para quien “la realidad
no se oculta, somos nosotros los que la negamos”, y continua señalando
que “el auténtico peligro es aquello que no se ha visto o no se ha
querido ver, que se ha subestimado o no se ha creído. En plena sociedad
del espectáculo, lejos del sensacionalismo de los medios, los grandes
grupos de la economía criminal son el lado oscuro de la globalización”.
Hay
que empezar a reconocer la realidad, lo que hemos devenido socialmente
en la sociedad de consumo bajo la egida neoliberal, que afecta a todo el
mundo. Nada ni nadie está a salvo, ni siquiera Cuba, como nos recuerda
el filósofo cubano Fernando Martínez Heredia en una crítica titulada
“Revolución, cultura y marxismo”, donde subraya los desafíos políticos,
sociales y culturales que enfrenta la Revolución Cubana: “En 2011
escribí un texto acerca del enfrentamiento crucial que vive el mundo, en
el que incluía, como es imprescindible, la guerra cultural mundial,
estrategia principal del imperialismo en ese conflicto. Permítanme hacer
una larga cita de ese texto, en aras de nuestro objetivo: Cuba no está
fuera de esa guerra: somos un objetivo especial de ella, porque los
expulsamos de aquí y hemos resistido con éxito al imperialismo durante
más de medio siglo. Ellos quieren restaurar en Cuba el capitalismo
neocolonizado, y para nosotros no hay opciones intermedias”.
Y,
aunque la cita sea larga, vale la pena reproducir el resto de lo que
Martínez Heredia escribió, porque está hablando de todos nosotros, no
sólo de Cuba: “Una entre otras tareas sería trabajar contra las formas
cotidianas en que se siembra, difunde y sedimenta ese control, sobre
todo las que parecen ajenas a lo político o ideológico, e inofensivas.
Por ejemplo, a través del consumo de un alud interminable de materiales
se intenta norteamericanizar a cientos de millones en todo el planeta,
en cuanto a las imágenes, las percepciones y los sentimientos. A veces
tratan cuestiones políticas, con enfoques variados —aunque prima el
conservatismo—, pero la proporción es ínfima en relación con las
cuestiones no políticas. Lo decisivo es familiarizar y acostumbrar a
compartir con simpatía las situaciones, el sentido común, los valores,
los trajines diarios, los modelos de conducta, la bandera, las aventuras
de una multitud de héroes, las ideas, los artistas famosos, los
policías, la vida entera y el espíritu de EE.UU. Sin vivir allá ni
aspirar a una tarjeta verde. Es suicida quien cree que esto es solamente
un entretenimiento inocente para pasar ratos amables”.
“¿Qué
es noticia al servicio de la dominación, para qué, cómo se trabaja,
cuánto dura? En este campo tan crucial para la ideología coexisten los
análisis espléndidos o rigurosos de especialistas, que lo muestran o
explican muy bien, con el tratamiento que suele darse en la práctica a
la información y la consecuente formación de opinión pública. Se ven y
se oyen materiales que constituyen propaganda imperialista acerca de los
hechos que realizan contra los pueblos, sin hacerles ninguna crítica, o
se repiten sus términos, como el que le llama “servicio internacional” a
su ejército de ocupación de un país. No basta con hacer divulgación o
propaganda antiimperialistas, si ellas conviven con mensajes
imperialistas y fórmulas confusionistas. (…)
“No
es posible ser ciego: están tratando de convertir en hechos naturales
hasta sus mayores crímenes, en asunto de noticias sesgadas y empleo de
palabras más o menos comedidas. Su apuesta es lograr que los activistas
sociales y los intelectuales y artistas que son conscientes y se oponen
queden solos y aislados en sus nichos, y sus productos sean consumos de
minorías, mientras las mayorías conforman una corriente principal
totalmente controlada por ellos. El apoliticismo y la conservatización
de la vida social son fundamentales para el capitalismo actual.”(3)
La fatal aculturación neoliberal
La
aculturación se ha convertido en un instrumento de disolución social a
distancia, de propagación de subversión y de dominación, porque a través
de los ubicuos programas de televisión y los videojuegos nos enajenan
de nuestra realidad y siembran la violencia individual, el crimen y la
violencia social. Con el narcotráfico, expandido a escala universal por
las políticas de la CIA para financiar a la contrarrevolución en
Centroamérica, nos han impuesto una violencia criminal que no reconoce
fronteras. Como dice Carlos Fazio, “la globalización de la economía
neoliberal ha ido acompañada de la globalización de la violencia
criminal”.
No
podemos seguir ignorando el impacto social, cultural y político que
tiene el problema de esta aculturación, sobre todo porque los avances en
la electrónica y las telecomunicaciones permiten que hoy día cientos o
miles de millones de niños, jóvenes y adultos tengan acceso a la
panoplia de los “videojuegos” y “entretenimientos”, que se enajenen con
la violencia, que se desensibilicen con la banalización del acto de
matar y que adopten las subculturas profundamente antisociales
subyacentes en esos “juegos”, que por otra parte minan o destruyen los
sentimientos básicos del ser humano, como el altruismo, la solidaridad,
el amor por el prójimo (4).
El
fascismo forma parte del código genético del capitalismo, y es mediante
la sociedad de consumo, o sea a través de los bienes físicos y en la
aculturación implícita en los “bienes culturales”, que la ideología del
fascismo está actualmente siendo transmitida a todo el mundo.
Por
eso estamos viendo, en un contexto económico, político y social
totalmente diferente al ucraniano o europeo, como es el de Venezuela, un
país que respeta a más no poder la democracia, que ha hecho progresos
económicos, sociales, educativos y culturales inimaginables antes de que
Hugo Chávez llegara al gobierno, que el imperio estadounidense
encuentra grupos para promover, financiar y organizar la violencia
fascista contra el Estado, contra sus instituciones y el poder social y
político de la Revolución Bolivariana.
Dicho
de otra manera, el virus fascista ya está en todas partes con la
universalización del sistema neoliberal, en las formas de aculturación
profundamente individualistas, antisociales y violentas que están
incorporadas en la concepción misma de que la sociedad no existe
(Margaret Thatcher), del irracionalismo que supone que el individuo solo
puede alcanzar su plenitud fuera (y hasta en contra) de la sociedad.
La batalla por la realidad
El sociólogo brasileño Emir Sader nos recuerda, en un reciente artículo (5), que “el
movimiento de gobiernos progresistas en América Latina vino para
superar y dar vuelta a la página del neoliberalismo” y que estos “han
atacado los puntos más débiles del neoliberalismo: la desigualdad
social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio con
Estados Unidos. La derecha de cada país y Washington, perdieron
capacidad de iniciativa”.
Pero,
señala en sus conclusiones, hay “que tomar en cuenta el marco general
de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas de vida y de consumo
exportadas por Estados Unidos y asumidas por amplias capas de la
población, el monopolio de los medios de comunicación y los otros
factores que componen el período histórico que vivimos en América
Latina”.
“Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos”.
“Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos”
“Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos”.
“Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos”
Es
muy saludable que en los últimos tiempos cierto número de periodistas,
comunicadores, sociólogos e intelectuales de nuestra región hayamos
comenzado a poner la debida atención en toda esta problemática. Quizás
es el resultado o el camino hacia la formación de esa “inteligencia
social” a la que Karl Marx hace alusión en los Grundrisse, precisamente
cuando trata de las condiciones sociales que también forman parte de la
infranqueable barrera que hará “saltar por los aires” el capitalismo.
Montreal, Canadá.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
1.- Edgardo Mocca, Los medios en discusión, Página/12
2.- La “solución fascista” en el neoliberalismo contemporáneo: http://alainet.org/active/71752&lang=es
3.- Revolución, cultura y marxismo, por Fernando Martínez Heredia, en el portal La jiribilla: http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
4.-
Ver el excelente documental de Jos de Putter, titulado « Beyond the
game”. Una versión en inglés está disponible en el portal del autor: http://weblogs.hollanddoc.nl/beyondthegame/
5.- Emir Sader, “Ellos y nosotros. Hacia la hegemonía posneoliberal”:
viernes, 7 de marzo de 2014
Los tropiezos de Washington
La guerra fría aún no se acaba
Pierre Charasse

Un manifestante sostiene una bandera de la extinta Unión Soviética
frente al edificio del parlamento de Crimea en Simferopol, durante una
movilización realizada ayer en apoyo a la anexión de la estratégica
península a Rusia. Foto Reuters
La crisis en Ucrania
pone en evidencia la creciente distancia que separa el bloque occidental
de Rusia. Desde que colapsó la URSS, en 1991, el mundo occidental bajo
el liderazgo de Estados Unidos se fijó como prioridad estratégica no
permitir nunca que Rusia se levante nuevamente como una superpotencia
mundial. Estados Unidos desarrolló una estrategia de contención para
obligar a sus aliados de la UE y de la OTAN a establecer toda una red de
acuerdos políticos, comerciales y militares para impedir a Rusia de
jugar nuevamente un papel de contrapotencia mundial de Estados Unidos.
En los años 90 los ex miembros de la URSS entraron en la OTAN y
Washington presionó a la UE para admitirlos como nuevos socios,
desvirtuando así el espíritu originario de la construcción europea. Está
claro que para el gobierno estadunidense los espacios cubiertos par la
UE y la OTAN deben coincidir. Desde los 90, la prioridad para los
occidentales era obligar a Rusia, derrotada ideológicamente y debilitada
económicamente pero todavía superpotencia nuclear, a una cierta
conducta, en particular sobre el desarme convencional, a cambio de un
acercamiento con las economías occidentales. Se creó la OSCE
(Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) en 1995,
para tratar los temas del desarme convencional y de las fronteras a la
periferia de Rusia. Desde entonces, el bloque occidental considera que
las ex republicas soviéticas, desde el mar Báltico hasta China, son una
extensión del espacio oeste-europeo, y por lo tanto entran en la zona de
intervención de la OTAN, lo que molesta fuertemente a Moscú. En 1994,
para acabar definitivamente con la bipolaridad del mundo y no dar a
Rusia el estatuto de
Rusia es un país euroasiático con tradiciones políticas potencia global, el G7, verdadero centro de poder ideológico, político y económico del mundo (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Canadá), decidió crear un foro específico de diálogo con Rusia, el G-8. El G-8 está concebido para neutralizar a Rusia e imponerle ciertas reglas sobre seguridad mundial,
nuevas amenazas, desarme, proliferación nuclear, terrorismo, etc. A pesar de este trato humillante y discriminatorio, Rusia siempre ha dado buenas muestras de colaboración. Sin embargo, los occidentales le tienen profunda desconfianza, en especial porque los nuevos socios de la OTAN-UE de las repúblicas ex soviéticas se sienten vulnerables frente a supuestas pretensiones expansionistas rusas. Rusia, por razones geográficas, necesita estados-tapones amigos o por lo menos neutrales al oeste de su frontera. En una actitud muy prepotente, Washington le niega a Rusia el derecho de garantizar su seguridad territorial en su periferia y se sorprende de que Moscú se sienta cercada por países miembros de la OTAN, organización militar que no ha dejado de fortalecerse después de la dislocación del Pacto de Varsovia. Estados Unidos considera que él es el único que tiene derecho de organizar el mundo post-soviético en función de sus intereses nacionales, desplegar bases o misiles según las necesidades del momento (Europa, Pacífico), actuar con o sin el permiso de la ONU (Afganistán, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria…) Es la ley del más fuerte. ¿Con qué legitimidad o autoridad moral Obama puede proclamar que Rusia está
del lado incorrecto de la historia?
orientalesajenas al los patrones occidentales, nos guste o no. El pueblo ruso tiene raíces milenarias y una relación muy especial con el poder, la autoridad y la religión ortodoxa, siendo al mismo tiempo rebelde y amante de la libertad. En 20 años, las prácticas democráticas occidentales no han permeado todas la capas de la sociedad rusa, que desde el siglo XIII siente en su mayoría la necesidad de tener un poder autocrático fuerte detrás de los muros del Kremlin, nacionalista y paternalista. El amor a la patria (Ródina), a la tierra (Ziemlia), es un cimiento que los occidentales no ven y no entienden. Las discusiones entre
slavófilosy
occidentalistasque se dieron lugar en Rusia en los siglos XIX y que hoy dividen a Ucrania y al mundo eslavo están todavía muy presentes. El pueblo ruso está convencido de su genio y de su vocación de servir de puente entre Europa y Asia, cuestiona profundamente la autoproclamada
misión civilizadorade Occidente y rechaza el capitalismo mercantil representado por oligarcas corruptos apoyados por Occidente. Los pueblos de la ex Unión Soviética recuerdan todavía con emoción y orgullo la Gran Guerra Patriótica (Velikaya Otechestvienaya Voyna), que les costó 20 millones de muertos sacrificados para salvar la madre patria. Están muy resentidos por la falta de reconocimiento de los europeos por este sacrificio que permitió, tanto como el desembarco estadunidense, liberar a Europa del yugo nazi. Desde la desaparición de la URSS, Rusia se siente herida y humillada por Occidente. Quiere recuperar su estatuto de gran potencia y que sean reconocidos sus derechos legítimos de seguridad en sus fronteras terrestres y marítimas. Nunca va a aceptar mutilarse perdiendo su base naval en Sebastopol. Es un puerto estratégico que le da salida al mar Negro y al Mediterráneo. Tampoco va aceptar el despliegue de los misiles del escudo de la OTAN que apuntan directamente a su territorio.
En Europa occidental hay divergencias frente a la crisis ucrania. Varios países dependen del petróleo y el gas rusos. Alemania tiene muchos compromisos con Rusia. Los halcones estadunidenses no entienden la prudencia de muchos gobiernos europeos frente a Rusia, se enojan y los insultan. La UE, desgarrada entre sus intereses estratégicos con su gran vecino europeo y su temor de disgustar a su mentor transatlántico, muestra su extrema debilidad. Su política exterior es inconsistente. Putin, no sin razón, advierte a Occidente que las sanciones económicas perjudicarán a los que las promueven y que Rusia puede vivir sin el G-8. En el Consejo de Seguridad de la ONU Rusia tiene derecho de veto. China adoptó una actitud sumamente cautelosa. Sabe que oscuras fuerzas occidentales echan leña al fuego en Xin Qiang y en Tíbet, como lo hicieron en Ucrania, para provocar un desmantelamiento de su territorio o por lo menos crear caos para frenar su inexorable desarrollo como potencia. Por esto China llamó al cese de las injerencias extranjeras en Ucrania. Es un mensaje a Estados Unidos.
El enemigo del bloque occidental ahora no es el comunismo, sino todos los pueblos no occidentales (los BRICS, ALBA, Unasur, Venezuela…) que potencialmente cuestionan el orden unipolar del mundo. Obstaculizar el desarrollo de Rusia y China son las dos prioridades estratégicas de Washington para mantener su liderazgo mundial. Es una conducta muy irresponsable. La guerra fría no se ha acabado.
La Jornada. 7 de marzo de 2014.
jueves, 6 de marzo de 2014
Falacias sobre Venezuela
Antonio J. González Plessmann
2014-03-05
¿En
la coyuntura venezolana, la juventud que ejerce su derecho a la
manifestación pacífica, en búsqueda de democracia y libertad, es
asesinada por el Estado, como parte de una política sistemática de
violación a los derechos humanos sobre la disidencia, tal como difunden
los principales medios, partidos y ONG de oposición y sus aliados
internacionales? Veamos.
Mito 1. La juventud del país es el sujeto de las movilizaciones del último mes
La
Encuesta Nacional de Juventud 2013, realizada por GISXXI, evidencia que
el 73% de la población juvenil del país cree que el mejor sistema de
gobierno es la democracia participativa y el 60% que el mejor sistema
económico es el socialismo. No parece ser, por tanto, “la” juventud
venezolana quien se movilizó en contra de la Revolución Bolivariana (que
levanta las banderas de la democracia socialista) el último mes, sino
una parte minoritaria de esta. Tal movilización ha ocurrido en algunas
de las calles de urbanizaciones de clases medias y alta, de 18 (5,3%) de
los 335 municipios que existen en el país. Pero no son sólo algunos
jóvenes los movilizados. Las imágenes, videos y discursos, evidencian
que los acompañan personas de diferentes edades, fundamentalmente de
ingresos medios y altos, así como militantes políticos de un sector de
la oposición liderado por López, Machado y Ledezma, cuya estrategia de
movilización fue presentada públicamente a finales de enero[1].
Mito 2. Están ejerciendo el derecho a la manifestación pacífica
El artículo 68 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) consagra el “…derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas”.
Las manifestaciones más concurridas de la oposición, durante este mes,
se han iniciado pacíficamente (marchas y concentraciones), pero la mayor
parte de las manifestaciones registradas, conocidas como Guarimbas, así como las acciones en contra de servicios públicos (Metro de Caracas, Pdval, Cantv e instalaciones eléctricas),
han sido de carácter violento y están siendo protagonizadas por
pequeños grupos de personas dentro de la oposición, que han logrado
imponer su agenda a ese sector, no exento de conflictos internos[2]. Como consecuencia directa de las Guarimbas,
han sido asesinadas 9 personas de un total de 17 que han perdido la
vida en el conflicto: 5 como consecuencia de choques contra escombros,
guayas o alambres de púa colocados por manifestantes de oposición; 2
asesinados con armas de fuego al intentar mover los escombros; 1 un
transeúnte asesinado con un cuchillo por alguien que había sido agredido
por los manifestantes, unos minutos antes y uno más atropellado por un
vehículo que intentaba sortear la barricada. Adicionalmente, fue
asesinado, en enfrentamiento con civiles armados que estaban
manifestando, el Sargento de la GNB, Giovanni Pantoja, en Valencia, y
existe un número superior a 30 GNB heridos, en el control de
manifestaciones.
Mito 3. Están buscando “democracia y libertad”
El
significado de la democracia y la libertad ha sido objeto de una
profunda disputa político-ideológica, en los últimos 15 años. La
Revolución habla y construye desde la democracia socialista y la
oposición, reivindica para sí, la democracia liberal, de la economía de
mercado. Más allá del contenido de ese debate, cuya magnitud rebasa este
espacio, resulta paradójico que quienes se asumen defensores de algún
tipo de democracia no acepten la voluntad popular ratificada en 18
procesos electorales; el más recientes de los cuales (diciembre 2013)
avala la legitimidad de la Revolución con una diferencia de más de 10
puntos porcentuales. Al acusar al gobierno de “Dictadura”, se
autorizan a sí mismos a apelar a fórmulas insurreccionales y
conspirativas (el siempre soñado deseo de que algún militar o fuerza
extranjera les haga el trabajo que no han logrado por los votos),
reñidas con cualquier concepto de democracia. Como señalan más de 40
activistas de derechos humanos en un comunicado que suscribo, “…sus
acciones no sólo se expresan contra la institucionalidad democrática
sino también, de manera directa, contra la mayoría de la población que
ha respaldado a la tolda de gobierno”[3].
Mito 4. Están siendo asesinados por el Estado
La
matriz predominante en medios de oposición, nacionales e
internacionales, es particularmente perversa con este tema, pues
instrumentaliza la muerte de estos compatriotas, a favor de la
estrategia que apunta a minar la legitimidad al Gobierno[4].
Todas esas muertes repugnan, independientemente de quienes sean las
víctimas y quienes los victimarios. Todas expresan el lado más dramático
y doloroso de nuestra disputa hegemónica. Todas deben ser investigadas
seriamente, sus responsables identificados y sancionados, sus familiares
y la sociedad reparados, y modificadas las condiciones que hicieron
posible su ocurrencia. La evaluación, uno a uno, de los casos,
evidencia, sin embargo, fuentes múltiples de la violencia, a contravía
de la matriz denunciada: a) en 5 casos parece existir responsabilidad
directa de funcionarios de organismos de seguridad del Estado (GNB y
SEBIN); b) en 1 caso se presume la responsabilidad de un civil armado
pro-gobierno; c) en 3 casos se presume la responsabilidad de civiles
armados de oposición; d) en 5 casos las muertes ocurrieron a
consecuencia de accidentes de tránsito generados por las Guarimbas colocadas por manifestantes de oposición; e) en 2 casos las muertes ocurrieron por conflictos en las Guarimbas y; f) en 1 caso más, se trata de un accidente.
Mito 5. Los casos son parte de una política sistemática de violación a los derechos humanos
Nada
excusa el comportamiento de los funcionarios de la GNB y el SEBIN, que
han protagonizado violaciones a los derechos a la vida y a la integridad
personal en esta coyuntura. Pero esos casos no demuestran la existencia
de una política sistemática de violación a los derechos humanos. Por el
contrario, existen suficientes hechos que demuestran una política que
pretende enfrentar la impunidad y modificar estructuralmente las
condiciones que posibilitan las violaciones a los derechos humanos, en
el contexto de manifestaciones. Todos los casos denunciados están siendo
investigados, por orden del propio Presidente de la República quien ha
dicho, sobre los funcionarios, que “si
alguno de ellos aparece involucrado con personas heridas o fallecidos,
¡que pagué con cárcel! No protejo a nadie que dispare contra
manifestaciones"[5].
El mismo Presidente propuso a la oposición la creación de una Comisión
de la Verdad para investigar la violencia reciente, en marco de su
iniciativa de Mesa de Diálogo. Desde
2006 para acá, es posible encontrar, además, una política sistemática
de reforma policial, que incluye la construcción de estándares sobre el
Uso Proporcional de la Fuerza por parte de funcionarios[6]; así como la cualificación de la formación bajo un nuevo paradigma de la seguridad ciudadana (UNES)[7]. Ningún funcionario de la PNB, formada bajo este modelo, ha sido acusado de vulnerar el derecho a la vida en este contexto.
La
actual coyuntura demuestra, sin embargo, que los esfuerzos no son
suficientes. Siempre que exista un caso y una víctima, es necesario
interpelarnos como militantes de la revolución y como gobierno. La
reforma no ha llegado a la GNB ni al SEBIN y resulta urgente generar
procesos en esa dirección.
- Antonio J. González Plessmann es Director de la Línea de Investigación en Convivencia y Seguridad Ciudadana de GIS XXI
[1]Ender Marcano, “Dirigentes invitan a discutir `la salida al desastre´ de Gobierno”. Diario El Universal, 24 de enero de 2014.
[2]Ver, “Luis Vicente León afirma que batalla de egos impide dialogar a la oposición”. Correo del Orinoco, 05 marzo 2014.
[3] Varios firmantes, Comunicado “Situación de los derechos humanos en la coyuntura venezolana: Una mirada alternativa” 26.02.14. Consulta en línea: http://alainet.org/active/71655
[4]Un Tweet de Leopoldo López, del 04.03.14, permite ilustrar esta afirmación: "Queremos rendir homenaje a los 18 fallecidos q ha dejado la violenta represión d los órganos d seguridad del régimen de Nicolás Maduro ". Consulta en línea: https://twitter.com/leopoldolopez.
[5]Nicolás Maduro, “No protejo a nadie que dispare contra manifestaciones”. 21.02.14. Consulta en línea: http://www.aporrea.org/actualidad/n245699.html
[6]Ver estándares en el sitio web del Consejo General de Policía: http://www.consejopolicia.gob.ve/
[7]Ver programa de formación de la UNES: http://www.unes.edu.ve
lunes, 3 de marzo de 2014
Las imposturas de las élites oligárquicas
Las conquistas democráticas amenazadasAndrés Mora Ramírez |
|
Quien
haga repaso de las principales tendencias que han marcado el pulso de
los procesos políticos latinoamericanos nacional-populares en años
recientes, y particularmente en los últimos meses, advertirá sin
dificultad una repetición de hechos y acontecimientos, una similitud en
la configuración de escenarios de conflicto (incluidos los planes
conspirativos), y en la articulación de las oposiciones en torno a
liderazgos prefabricados –a la manera de los manuales del Departamento
de Estado de los EE.UU-, que están lejos de ser casualidad. A lo que
asistimos es a una batalla abierta, de alcance continental, y cada vez
menos preocupada por las apariencias, por medio de la cual la derecha
neoliberal y proimperialista pretende arrebatar al campo popular las
conquistas democráticas de la última década y reconstituir su erosionada
hegemonía.
Desde campañas electorales sucias,
basadas en el terror y en una inescrupulosa guerra mediática contra
partidos y líderes de izquierda, y dirigida a la criminalización de
movimientos sociales (en México, Costa Rica, Honduras, El Salvador);
pasando por maniobras especulativas del capital financiero internacional
(Argentina y Brasil); hasta la consumación de golpes de Estado (en
Honduras y Paraguay) y más de una asonada golpista (en Argentina,
Bolivia, Ecuador, Venezuela), constituyen el repertorio de recursos a
los que echan mano grupos que han perdido -¿lo tuvieron alguna vez?- el
respeto por las formas de la democracia representativa burguesa.
En
ese marco, se inscriben los hechos de violencia premeditada y alevosa
ocurridos en Venezuela desde mediados de febrero, protagonizados por
grupos radicales de la oposición, que pretenden escalar posiciones en
sus aspiraciones electorales, y por mercenarios paramilitares: ambos,
financiados desde el exterior y obedeciendo a un libreto ajeno.
Sería
necesario exhibir una ignorancia profunda de las condiciones políticas
en la América Latina del siglo XXI, o una complicidad inconfesable con
los poderes fácticos de la reacción criolla y del “norte revuelto y
brutal que nos desprecia” –al decir de José Martí- para no darse cuenta
de que lo se viene fraguando en Venezuela contra la Revolución
Bolivariana es un intento de desestabilización que, de imponerse, solo
abrir la puerta a una casi inevitable guerra civil y a una
conflictividad de proporciones inimaginables, con repercusiones en toda
la región, y que tiraría por la borda el esfuerzo de una década de
construcción democrática de signo nacional-popular: con todos los
límites y contradicciones que se quieran señalar a estos procesos, pero
también, con los numerosos aciertos que hoy son reconocidos no solo por
militantes de la causa latinoamericanista, sino también por organismos
internacionales especializados en política social y económica.
En un sugerente artículo titulado No es que la democracia esté perdida: está bien guardada y mal buscada, publicado en 2010 en la revista Crítica y Emancipación,
el historiador argentino Waldo Ansaldi reflexionaba sobre el complejo
devenir del concepto y la práctica de la democracia en nuestra América,
desde el período post-independentista hasta nuestros días, y advertía
que el principal riesgo de la época que vivimos radica en “unas
burguesías crecientemente angurrientas y avaras, que apelan a ella [la
democracia] si les sirve para hacer buenos negocios, pero la desechan y
violentan si mediante ella los pueblos deciden afectar los intereses
–aunque sea en medida discreta– de ellas” (p. 214).
Y
como retratando la tragedia histórica de nuestro continente, explicaba:
“El drama de América Latina fue (y es) que la democracia burguesa,
proclamada como objetivo, ha carecido –en buena medida, carece todavía–
de su sujeto principal teórico, la burguesía democrática. Parafraseando a
Weffort, quien se refería a Brasil, puede decirse que si Marx hubiese
sido latinoamericano, habría dicho que en América Latina la dictadura es
la forma por excelencia de la dominación burguesa y la democracia, la
forma por excelencia de la rebeldía popular” (p. 201).
Anticipándose
a Ansaldi en el análisis de la cuestión por más de un siglo, ya Martí
había señalado, hacia finales del siglo XIX, que el gran problema
nuestroamericano era el hecho de que la colonia siguió viviendo en la
república. Que la segunda y definitiva independencia –política,
económica, del pensamiento- seguía postergada.
Esa
mentalidad colonial, a la que aludía el prócer cubano, es la que sigue
entendiendo el ejercicio del poder como un privilegio cuasi divino, que
reposa en el orden oligárquico y en la misión civilizatoria autoasignada
de por unas élites que tienen los pies en el país natural, pero
sus aspiraciones y constructos ideológicos en los modelos civilizatorios
y culturales al uso (fundamentalmente noratlánticos).
Antinacionales
y antipopulares, esas élites oligárquicas –de viejo y nuevo cuño- se
muestran nerviosas, frenéticas, desesperadas por los sucesivos fracasos
electorales y por la creciente dificultad que experimentan para
articular proyectos políticos con algún grado de legitimidad. Y están
decididas a patear el tablero de la institucionalidad y de la democracia
representativa, para imponer sus intereses de clase.
Ahora
es Venezuela, pero en los meses que vienen, sin lugar a dudas, los
escenarios de esta lucha se multiplicarán por nuestras dolorosas
repúblicas americanas. Especialmente aquellas que se atrevieron a
desafiar el destino neoliberal que se nos quiso imponer como único
camino posible. Y ahí está el enorme desafío que enfrentamos: o somos
capaces de defender lo alcanzado y de reinventar e insuflar nuevo aire a
los procesos posneoliberales, o la explosiva combinación de inacción,
errores de gestión, burocratismo, conformidad y conspiraciones
imperiales, terminarán por arrebatarnos los sueños democratizadores que,
hasta ahora, han venido poblando y guiando los pasos de nuestros
pueblos en el siglo XXI latinoamericano.
REFERENCIA:
Ansaldi, W. (2010). No es que la democracia esté perdida: está bien guardada y mal buscada. En Revista Crítica y Emancipación, año II, nº 3, primer semestre. Buenos Aires: CLACSO. Pp. 189-218.
Ansaldi, W. (2010). No es que la democracia esté perdida: está bien guardada y mal buscada. En Revista Crítica y Emancipación, año II, nº 3, primer semestre. Buenos Aires: CLACSO. Pp. 189-218.
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica.
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