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domingo, 30 de marzo de 2014

sábado, 29 de marzo de 2014

El político como historiador. Sobre el Neoporfirismo, el nuevo libro de AMLO

El político como historiador

Lorenzo Meyer 

REFORMA
27 de Marzo de 2014














TESIS

Una encuesta muestra que el 68% de los mexicanos considera que el PRI de Enrique Peña Nieto es el "PRI de siempre" (El Universal, 22 de marzo). El último libro de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Neoporfirismo. Hoy como ayer (Grijalbo, 2014), busca dejar en claro que las características de ese "PRI de siempre" son, en lo fundamental, las mismas que modelaron al sistema político que se formó entre 1877 y 1911, y que en esa materia México sigue en el siglo XIX.
Neoporfirismo es el trabajo no de un historiador sino de un político que busca explicar el presente. El libro toma su inspiración y método de la voluminosa obra de Daniel Cosío Villegas -diez tomos de la Historia moderna de México (1955-1972)-, especialmente su segunda parte, donde Cosío desmenuzó la vida política, social y económica del México autoritario de Porfirio Díaz. Su objetivo entonces era encontrar hasta qué punto el fracaso democrático y social del régimen forjado por la Revolución de 1910 se debió a que no se superaron las prácticas porfiristas. AMLO recorre ese mismo camino pero se extiende hasta la actualidad y llega a las mismas conclusiones.
El autor acepta que "Porfirio, como es obvio, no inventó todas las prácticas autoritarias y éstas tampoco surgieron de la nada: muchas venían de tiempo atrás...", (p. 154). Sin embargo, para los propósitos de la obra no es necesario ir muy atrás, basta con desgranar el sistema político creado por Díaz para sostener que el "hoy es como ayer".

LA ESENCIA

Fue en los tres decenios porfiristas cuando el México independiente tuvo, por fin, su primer régimen político propiamente dicho: el conjunto de instituciones que le permitieron a un grupo ejercer el poder en todo el territorio con cierta efectividad. AMLO sostiene que en 1911 el "Ipiranga" se llevó a Europa al dictador pero no a su espíritu. Y tras el fin de la Revolución reaparecieron los elementos antidemocráticos al punto que la república neoliberal de hoy no es, en su esencia, diferente de la "república simulada" porfirista.
En el análisis de AMLO destaca, en primer lugar, el papel central de la violencia para adquirir y sostener el poder ante las alternativas representadas por Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias. Y la violencia también está en el origen del grupo que dio forma al PRI y le sostuvo en sus crisis posteriores. El afianzamiento de los regímenes porfirista y posrevolucionario se hizo por la vía de una dupla que sigue funcionando: represión -incluida la eliminación física de los oponentes- y cooptación, es decir, la compra del otro. Ambos instrumentos los usó Díaz, los usaron sus sucesores y se usan hoy. Otras características del porfiriato que se perpetuaron son la adulteración del proceso electoral y "el dedazo" como método para designar a sucesores, gobernadores, legisladores, munícipes o miembros de cuerpos supuestamente independientes.
A pesar de cambios evidentes, también subsiste el control sobre los medios de comunicación -sobresale el de la televisión-, en particular a nivel de los estados. El centralismo fue una característica de los sistemas porfirista y post revolucionario, aunque algo se ha modificado desde que Roberto Madrazo, como gobernador, se le insubordinó al presidente Ernesto Zedillo, la vocación centralista se mantiene.
Díaz, lo mismo que Carlos Salinas, a la oposición ni la veía ni la oía, hasta que Madero o el EZLN usaron las armas. También aquí ha habido transformaciones, pero las autodefensas michoacanas muestran que la fuerza aún debe de ser usada para desazolvar los canales de comunicación. La corrupción pública no sólo persiste, sino que pareciera que hoy es "la principal función del Estado" (p. 384). El carácter oligárquico fue el sello del porfiriato y es el sello del México de 2014 y las cifras de Forbes lo demuestran. La otra cara de la oligarquía, la masa de pobres y marginados, persiste. El porfiriato excluyente "nunca fue un proyecto de nación" (p. 223) y el México de hoy sigue sin serlo.

LO QUE CAMBIÓ

Dos modalidades porfiristas ya no se trasmitieron al sistema actual, aunque hubo intentos por mantenerlas. Una fue el ejercicio del poder tras el trono, como lo hizo Díaz con Manuel González. Esto volvió a aparecer en la relación con Obregón con Calles y luego en la de Calles con sus tres sucesores. La reelección es la otra. Obregón la intentó, pero su asesinato la clausuró.

CONCLUSIÓN

Neoporfirismo es un libro extenso (431 pp.) y algunos temas de comparación interesantes entre el hoy y el ayer quedaron fuera, por ejemplo, la continuidad o ruptura de los papeles del Ejército y la Iglesia y lo que no tuvo el porfirismo pero la Revolución sí: un partido de Estado y las organizaciones de masas.
Neoporfirismo es un desmentido a las tesis del avance en el desarrollo político de México. La tarea de conquistar la democracia es hoy algo distinta pero tan grande como cuando la intentó Madero. El punto es intentar el esfuerzo pero sin desembocar, como hace 114 años, en la solución violenta.

domingo, 9 de marzo de 2014

La gestión exitosa de Evo Morales


¿Por qué sigue ganando Evo Morales?
Pablo Steganoni
09/03/14




Una encuesta publicada en estos días le da a Evo Morales más del 45% de las intenciones de voto, y 32 puntos de diferencia con su más cercano contendiente para las elecciones de fines de este año, el político y empresario Samuel Doria Medina. Como las poblaciones rurales no son incluidas en este tipo de sondeos, se estima que podría ampliar el porcentaje y superar el 50%. Incluso si no lo hiciera ya ganaría, según la ley boliviana, en primera vuelta. ¿Pero a qué se debe que en su octavo año de gobierno el “primer presidente indígena” coseche esos resultados en un país conocido por la inestabilidad política y donde el 17 de octubre de 2003 su presidente –Gonzalo Sánchez de Lozada– debió abandonar apresuradamente el poder y huir en helicóptero primero a Santa Cruz y más tarde a EEUU? Sin duda, la respuesta reside en dos planos: el económico y el político-simbólico.
Morales cuenta con recursos públicos con los que ninguno de sus antecesores se atrevió siquiera a soñar, gracias al “viento de cola”, pero también a una política económica que combinó nacionalización de los hidrocarburos, aumento de los impuestos a las petroleras y una gestión macroeconómica cuidadosa de los equilibrios fiscales que le permitió acumular reservas récord: casi 15.000 millones de dólares, equivalentes a más del 50% del PBI (porcentualmente unas de las más altas del mundo). Eso le da, sin duda, un gran blindaje, aunque no deja de representar una visión bastante ortodoxa del manejo de la macroeconomía nacional. No hay que olvidar que la izquierda boliviana quedó marcada por el “trauma de la hiperinflación” después de que en 1985 el gobierno de entonces, presidido por Hernán Siles Zuazo, debiera adelantar la transmisión del mando.
Pero además, Morales ha transformado exitosamente cada una de sus medidas en “actos refundacionales”. Para ello contó con la ventaja de ser además de un jefe de Estado, un “presidente símbolo”, de ruptura de los techos y paredes de cristal que excluían a las mayorías indígenas de muchos espacios de la vida social. Su proyecto de re-reelección va anudado a varias medidas de alto impacto, una de las cuales es el primer satélite boliviano.
En diciembre pasado fue lanzado fue lanzado en China el satélite de comunicaciones Tupac Katari (TKsat 1). Morales presenció el acto –transmitido por pantallas gigantes frente al Palacio de Gobierno- abrigado para el polar invierno chino. Antes del lanzamiento del satélite –construido por la Corporación Industrial Gran Muralla por un valor de 300 millones de dólares- puso en marcha la Agencia Boliviana Espacial y envió a 64 ingenieros a capacitarse a la Agencia China del Espacio. Ya en su órbita geoestacionaria, los chinos pasaron a Bolivia el control del satélite que lleva el nombre del caudillo aymara que en el siglo dieciocho lideró un emblemático levantamiento contra el dominio colonial español. Su meta es expandir los servicios de internet y telefonía celular especialmente a las áreas rurales, y un afiche publicitario no escatimó en exageración y habló de “descolonizar” el espacio.
La coyuntura política de este año electoral es muy distinta a 2009, cuando Evo ganó con el 64% de los votos en medio de una guerra regionalista con Santa Cruz. Si por esos años el presidente apenas podía pisar esa región agroindustrial del este del país, el año pasado fue invitado a inaugurar la Expocruz, la principal feria de la “oligarquía” cruceña, dejando ver que un sector del empresariado abandonó sus posturas radicalizadas y decidió aprovechar el boom económico para hacer más negocios y menos política. Otros se fueron del país. Ganar las regiones autonomistas es parte de la meta de su gobierno. La próxima reunión del G77 en Santa Cruz de la Sierra es también aprovechada por el gobierno para sellar acercamientos con las élites locales, con la promesa de recursos, negocios y exposición internacional. Recientemente un programa de negocios de la CNN le dio a Bolivia la “medalla de oro” por su desempeño económico y el FMI le acercó varios elogios; el New York Times destaca que muchos consideran “prudente” a Evo, pese a las expropiaciones de empresas privadas. Y subraya que “de acuerdo con el Fondo Monetario, Bolivia tiene la mayor proporción en el mundo de las reservas internacionales para el tamaño de su economía, después de haber superado recientemente en China en ese sentido”, publica en diario norteamericano. (“Turnabout in Bolivia as Economy Rises From Instability”, NYT, 15/2/12014).
Luis Arce Catacora es uno de los ministros de economía que más duró en el cargo: está en el gabinete desde 2006 y dice que se puede tener “una política socialista con el equilibrio macroeconómico”.
Para intelectuales radicales como James Petras, todo ello evidencia la traición del “más radical de los conservadores o el más conservador de los radicales” –como definió a Morales-, pero a la luz de lo que acontece en Venezuela, ese manejo “ortodoxo” de la economía podría ser agradecido por parte de la población. Todo lo cual no quita, sin duda, el hecho de que “lo que falta” sea mucho en Bolivia: salud, educación, nuevo modelo productivo –menos dependiente de las materias primas y del comercio informal, sobre todo si el boom internacional de los commodities se frena-, trabajo infantil, institucionalidad más sólida y varios etcéteras.
Evo Morales ya no es “el cambio” como en 2005, ni el “enterrador de la oligarquía” de 2009, su meta ahora es convencer a los votantes de los beneficios de la “estabilidad” –como se ve en el aumento del consumo y en un largo periodo de crecimiento. Si lo logra, tendrá el récord de ser el presidente boliviano que más tiempo duró en el poder, por encima de Andrés de Santa Cruz, el fundador de la patria.
Pablo Stefanoni es periodista, jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad

Infobae, 4 marzo 2014

sábado, 8 de marzo de 2014

Están convirtiendo en hechos naturales hasta sus mayores crímenes



Disolución social y fascismo neoliberal (II)  















Alberto Rabilotta
 2014-03-07
 ALAI, América Latina en Movimiento

Al igual que las “ofertas” de los mafiosos, las del imperio neoliberal no pueden ser rechazadas sin fatales consecuencias. Cuando el presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, decidió a mediados de febrero pasado no firmar el acuerdo de comercio con la Unión Europea (UE), Estados Unidos (EE.UU.) pasó al acto inmediatamente con un golpe de Estado que fue llevado a cabo con el concurso de fuerzas fascistas previamente entrenadas, y cuya extrema violencia quedó plasmada en fotos y videos.
Los fascistas son ahora los comparsas y la guardia pretoriana de los oligarcas neoliberales asignados por EE.UU. para tomar el poder en Kiev, respetando el guión revelado en la conversación telefónica filtrada entre la subsecretaria de Estado Victoria Nuland y el Embajador estadounidense en Kiev. Y como esos ladrones pescados con las manos en un bolso ajeno que para salvarse corren y gritan “al ladrón!”, la reacción de Washington y sus aliados de la UE ha sido la de vociferar acusaciones contra Rusia por todo lo sucedido.
Esta crisis es muy grave, y en EE.UU. y la UE están actuando para que del plano de la política y la diplomacia se llegue al terreno de la agresión económica, financiera y comercial, sin que se excluya explícitamente la confrontación militar. Y esto a pesar de que en lo referente a Crimea, el Presidente Vladimir Putin sólo ha hecho lo que está permitido dentro de los límites de los acuerdos de Rusia con Ucrania.
 Rusia no está sola y las acciones que el campo del imperialismo neoliberal emprenda más allá de ciertos límites puede llevar a que muchos países, entre ellos China, se definan, y eso puede ser más que suficiente para poner en crisis el sistema financiero, monetario y económico mundial.
Y si el imperialismo neoliberal está arriesgando tanto por implantar a la fuerza y con la ayuda de los fascistas, el neoliberalismo en Ucrania, y agreguemos en Venezuela y otros muchos países en América latina y el resto del mundo, eso no es signo de fuerza, sino de descontrol y debilidad.
Al tratar de explicar el “desvanecimiento” del imperio estadounidense, el autor y editor Tom Engelhardt comienza planteando, en su artículo “A New World Order?", en tomdispacht.com (2-3-2014), que “parece que hay algo nuevo bajo el sol. Hablando geopolíticamente, cuando se trata de la guerra y los principios del imperio, quizás nos hallamos en territorio no explorado. Miren en torno suyo y verán un mundo a punto de ebullición. De Ucrania a Siria, de Sudán del Sur a Tailandia, de Libia a Bosnia, de Turquía a Venezuela, las protestas ciudadanas (de izquierda y de derecha) están incitando no sólo desorganización, sino más vale a lo que parece ser el desensamblado (de-organisation en inglés), una creciente puesta en tela de juicio del estatus unitario de los Estados, grandes y pequeños, viejos y nuevos. Guerra civil, violencia y luchas internas de diverso tipo están visiblemente en alza. En varios casos hay países extranjeros interviniendo, pero en cada caso el poder del Estado parece diluirse sin que sea una ganancia para otro poder estatal. Por eso planteo esta pregunta: ¿En dónde se localiza exactamente el poder en estos momentos en nuestro planeta?”.
Empezando por el comienzo
Es difícil, por no decir imposible, entender lo que está sucediendo en el mundo contemporáneo sin primero interpretar el efecto que los cambios estructurales de las últimas décadas en el modo de producir capitalista han tenido sobre las economías, el poder político y las sociedades de los países dominantes y dominados.
Edgardo Mocca, en el diario argentino Página/12, escribe –y voy a citarlo extensamente-, que “la imparable vocinglería mediática provocadora y desestabilizadora a que asistimos tiene una serie de implicancias políticas y culturales que suelen ser insuficientemente consideradas, tanto entre quienes las ignoran deliberadamente a la hora de analizar la política como en alguna de las miradas críticas que tienden a ver la relación entre los medios y la sociedad como un mero fenómeno de manipulación y creación artificial de estados de ánimo” (1)
Apoyándose en “la magistral reconstrucción del pensamiento del sociólogo argentino Oscar Landi que realiza Eduardo Rinesi en su libro ¿Cómo te puedo decir?”, Mocca nos recuerda que en el caso argentino, y esto puede ser válido para el resto del mundo, “la sociedad actual es el resultado de un conjunto de experiencias políticas que se desarrollaron en los últimos cuarenta años en el contexto de una mutación radical a escala planetaria del mundo laboral, social y cultural en el que vivimos, una mutación que tiene en su núcleo la cuestión política, la cuestión del poder”.
Y más adelante, siguiendo las ideas de sociólogos como Richard Sennett o de filósofos como Zygmut Bauman y Horst Kurnitzky, apunta que “la mutación mundial es, ante todo, la afirmación de una nueva hegemonía cultural y política, la de un bloque social organizado alrededor de las nuevas formas de dominación económica que tienen en su centro al capital financiero. Se trata del capital desterritorializado por excelencia, el que no necesita fábricas ni concentraciones de trabajadores, el que puede moverse sin límites a través del planeta. No es mera dominación, es hegemonía porque tiene la capacidad de formar el sentido común predominante, no solamente por su capacidad innegable de manipularlo a través de gigantescas agencias de formación de opinión, sino principalmente porque ese sentido común corresponde a una manera nueva y distinta de vivir (cuya esencia) es la dispersión, la desagregación social, el individualismo extremo. Es el modo de vivir que corresponde al desmantelamiento de la sociedad industrial y salarial, a la flexibilización de las relaciones laborales, al debilitamiento de las viejas formas productivas fondistas y el auge de los servicios, puestos a disposición de un impulso consumista que se mueve en forma vertiginosa”.
La destrucción creadora del capital
Al economista Joseph Schumpeter se le atribuye la definición de que “la destrucción creadora”, que empresas o sectores económicos se desplomen, es parte esencial del capitalismo porque permite una reconstrucción y nuevas bases para la reproducción del capital. La destrucción económica y social es una herramienta que desde el inicio el capitalismo utilizó en todas las sociedades que encontró en su camino, porque este sistema es incapaz de funcionar sin un mercado libre de trabajo, como decía Karl Marx.
Ya no existe esa “sociedad sólida” que muchos califican de “fordista” por las líneas de producción que juntaban a cientos o miles de trabajadores, que habitaban en los barrios obreros y constituían parte esencial de esa sociedad burguesa que el filósofo y sociólogo Zygmut Bauman describe como un “obligado matrimonio” entre la clase burguesa y la clase trabajadora, que siempre fue tenso y lleno de disputas, pero que excluía el divorcio porque el capital sólo existe si hay trabajo asalariado, lo que obligaba a las partes en lucha a negociar convenciones laborales que devinieron las reglas sociales, legales y de convivencia de la civilización industrial..
Esa sociedad sólida ha dejado de existir en los países del capitalismo avanzado, para dar paso a una sociedad líquida, fluida, en la cual el trabajo, cuando existe, ha pasado a ser una mercancía más, y que como tal está fuera de la protección que aseguraba el “contrato social” ganado a través de las luchas sindicales y políticas. En otras palabras, la economía fue liberada, desincrustada de la sociedad.
Bauman escribe, en su libro “Modernidad Líquida”, que en esta sociedad, “víctimas de las presiones individualizadoras, los individuos están siendo progresiva pero sistemáticamente despojados de la armadura protectora de su ciudadanía y expropiados de su habilidad e interés de ciudadanos. En estas circunstancias, las perspectivas de que el individuo de jure se transforme en un individuo de facto (o sea, aquel que controla los recursos indispensables de una genuina autodeterminación), son cada vez más remotas. El individuo de jure no puede transformarse en un individuo de facto sin primero convertirse en ciudadano. No hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma, y la autonomía de la sociedad exige una autoconstitución deliberada y reflexiva, algo que sólo puede ser alcanzado por el conjunto de sus miembros” (página 46 del libro citado).
¿Hay fascismo en Venezuela?
El gobierno venezolano califica de “fascistas” los grupos que están efectuando actos de violencia como una forma de protesta que busca derrocar el gobierno constitucional, que han tratado de tomar edificios gubernamentales y causado muertes, destrozos importantes y que paralizan el tráfico y las actividades normales en ciertas municipalidades, y afirma que estos grupos han recibido diversos tipos de apoyo de EE.UU. y de las fuerzas que aún controla el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, un peligroso sociópata aliado de Washington.
En dos párrafos (17 y 18) del artículo anterior (2) cité lo que el historiador de la economía Karl Polanyi caracteriza como grupos o movimientos fascistas, y es evidente que tanto los ingredientes como las condiciones culturales, sociales y políticas, así como los apoyos internos y externos, están presentes para el desarrollo de grupos fascistas en Venezuela, y en muchos otros países.
Quizás por su desarraigo de todo lo que haya sido o sea el concepto y la realidad de patria, nación o país, que estaba de más mientras estuvo asociada al imperialismo para explotar el país, la oligarquía y la burguesía consumidora venezolana estuvo condenada a ser lo que es, una clase que se ha vuelto más pro imperialista, antinacionalista y extremista a medida en que guiado por Hugo Chávez el pueblo venezolano fue avanzando en la construcción de una consciencia nacional, rescatando su valiosa y magnifica historia, fortaleciéndose cultural, social y políticamente, y creando las bases de la verdadera patria que tanto faltaba.
¿No podemos decir lo mismo de las oligarquías y burguesías de Argentina, con su reacción visceral ante el rescate nacional que logró el liderazgo de Néstor Kirchner y ahora de Cristina Fernández de Kirchner, y las de otros países? Estas irreductibles oligarquías y burguesías nuestras son la máxima expresión de la mutación de que habla Mocca, de esa hegemonía social y cultural del consumismo, que desgraciadamente también afecta a las clases medias, a nuestras juventudes, al conjunto de nuestras sociedades.
Hay que ver lo que no vemos o no queremos ver
El escritor, columnista y amigo Carlos Fazio, quien en México ha investigado la cuestión de la violencia organizada al servicio del poder y del sistema imperialista, empieza su último análisis en el diario La Jornada de México, titulado “Sobre mitos, crimen y política” (3 de marzo 2014) citando al comisario divisionario Jean-François Gayraud, de Francia y especialista en el crimen organizado, para quien “la realidad no se oculta, somos nosotros los que la negamos”, y continua señalando que “el auténtico peligro es aquello que no se ha visto o no se ha querido ver, que se ha subestimado o no se ha creído. En plena sociedad del espectáculo, lejos del sensacionalismo de los medios, los grandes grupos de la economía criminal son el lado oscuro de la globalización”.
Hay que empezar a reconocer la realidad, lo que hemos devenido socialmente en la sociedad de consumo bajo la egida neoliberal, que afecta a todo el mundo. Nada ni nadie está a salvo, ni siquiera Cuba, como nos recuerda el filósofo cubano Fernando Martínez Heredia en una crítica titulada “Revolución, cultura y marxismo”, donde subraya los desafíos políticos, sociales y culturales que enfrenta la Revolución Cubana: “En 2011 escribí un texto acerca del enfrentamiento crucial que vive el mundo, en el que incluía, como es imprescindible, la guerra cultural mundial, estrategia principal del imperialismo en ese conflicto. Permítanme hacer una larga cita de ese texto, en aras de nuestro objetivo: Cuba no está fuera de esa guerra: somos un objetivo especial de ella, porque los expulsamos de aquí y hemos resistido con éxito al imperialismo durante más de medio siglo. Ellos quieren restaurar en Cuba el capitalismo neocolonizado, y para nosotros no hay opciones intermedias”.
Y, aunque la cita sea larga, vale la pena reproducir el resto de lo que Martínez Heredia escribió, porque está hablando de todos nosotros, no sólo de Cuba: “Una entre otras tareas sería trabajar contra las formas cotidianas en que se siembra, difunde y sedimenta ese control, sobre todo las que parecen ajenas a lo político o ideológico, e inofensivas. Por ejemplo, a través del consumo de un alud interminable de materiales se intenta norteamericanizar a cientos de millones en todo el planeta, en cuanto a las imágenes, las percepciones y los sentimientos. A veces tratan cuestiones políticas, con enfoques variados —aunque prima el conservatismo—, pero la proporción es ínfima en relación con las cuestiones no políticas. Lo decisivo es familiarizar y acostumbrar a compartir con simpatía las situaciones, el sentido común, los valores, los trajines diarios, los modelos de conducta, la bandera, las aventuras de una multitud de héroes, las ideas, los artistas famosos, los policías, la vida entera y el espíritu de EE.UU. Sin vivir allá ni aspirar a una tarjeta verde. Es suicida quien cree que esto es solamente un entretenimiento inocente para pasar ratos amables”.
“¿Qué es noticia al servicio de la dominación, para qué, cómo se trabaja, cuánto dura? En este campo tan crucial para la ideología coexisten los análisis espléndidos o rigurosos de especialistas, que lo muestran o explican muy bien, con el tratamiento que suele darse en la práctica a la información y la consecuente formación de opinión pública. Se ven y se oyen materiales que constituyen propaganda imperialista acerca de los hechos que realizan contra los pueblos, sin hacerles ninguna crítica, o se repiten sus términos, como el que le llama “servicio internacional” a su ejército de ocupación de un país. No basta con hacer divulgación o propaganda antiimperialistas, si ellas conviven con mensajes imperialistas y fórmulas confusionistas. (…)
“No es posible ser ciego: están tratando de convertir en hechos naturales hasta sus mayores crímenes, en asunto de noticias sesgadas y empleo de palabras más o menos comedidas. Su apuesta es lograr que los activistas sociales y los intelectuales y artistas que son conscientes y se oponen queden solos y aislados en sus nichos, y sus productos sean consumos de minorías, mientras las mayorías conforman una corriente principal totalmente controlada por ellos. El apoliticismo y la conservatización de la vida social son fundamentales para el capitalismo actual.”(3)
La fatal aculturación neoliberal
La aculturación se ha convertido en un instrumento de disolución social a distancia, de propagación de subversión y de dominación, porque a través de los ubicuos programas de televisión y los videojuegos nos enajenan de nuestra realidad y siembran la violencia individual, el crimen y la violencia social. Con el narcotráfico, expandido a escala universal por las políticas de la CIA para financiar a la contrarrevolución en Centroamérica, nos han impuesto una violencia criminal que no reconoce fronteras. Como dice Carlos Fazio, “la globalización de la economía neoliberal ha ido acompañada de la globalización de la violencia criminal”.
No podemos seguir ignorando el impacto social, cultural y político que tiene el problema de esta aculturación, sobre todo porque los avances en la electrónica y las telecomunicaciones permiten que hoy día cientos o miles de millones de niños, jóvenes y adultos tengan acceso a la panoplia de los “videojuegos” y “entretenimientos”, que se enajenen con la violencia, que se desensibilicen con la banalización del acto de matar y que adopten las subculturas profundamente antisociales subyacentes en esos “juegos”, que por otra parte minan o destruyen los sentimientos básicos del ser humano, como el altruismo, la solidaridad, el amor por el prójimo (4).
El fascismo forma parte del código genético del capitalismo, y es mediante la sociedad de consumo, o sea a través de los bienes físicos y en la aculturación implícita en los “bienes culturales”, que la ideología del fascismo está actualmente siendo transmitida a todo el mundo.
Por eso estamos viendo, en un contexto económico, político y social totalmente diferente al ucraniano o europeo, como es el de Venezuela, un país que respeta a más no poder la democracia, que ha hecho progresos económicos, sociales, educativos y culturales inimaginables antes de que Hugo Chávez llegara al gobierno, que el imperio estadounidense encuentra grupos para promover, financiar y organizar la violencia fascista contra el Estado, contra sus instituciones y el poder social y político de la Revolución Bolivariana.
Dicho de otra manera, el virus fascista ya está en todas partes con la universalización del sistema neoliberal, en las formas de aculturación profundamente individualistas, antisociales y violentas que están incorporadas en la concepción misma de que la sociedad no existe (Margaret Thatcher), del irracionalismo que supone que el individuo solo puede alcanzar su plenitud fuera (y hasta en contra) de la sociedad.
 La batalla por la realidad
El sociólogo brasileño Emir Sader nos recuerda, en un reciente artículo (5), que “el movimiento de gobiernos progresistas en América Latina vino para superar y dar vuelta a la página del neoliberalismo” y que estos “han atacado los puntos más débiles del neoliberalismo: la desigualdad social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. La derecha de cada país y Washington, perdieron capacidad de iniciativa”.
Pero, señala en sus conclusiones, hay “que tomar en cuenta el marco general de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas de vida y de consumo exportadas por Estados Unidos y asumidas por amplias capas de la población, el monopolio de los medios de comunicación y los otros factores que componen el período histórico que vivimos en América Latina”.

“Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos”.

“Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos”
 Es muy saludable que en los últimos tiempos cierto número de periodistas, comunicadores, sociólogos e intelectuales de nuestra región hayamos comenzado a poner la debida atención en toda esta problemática. Quizás es el resultado o el camino hacia la formación de esa “inteligencia social” a la que Karl Marx hace alusión en los Grundrisse, precisamente cuando trata de las condiciones sociales que también forman parte de la infranqueable barrera que hará “saltar por los aires” el capitalismo.
Montreal, Canadá.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
 1.- Edgardo Mocca, Los medios en discusión, Página/12
 2.- La “solución fascista” en el neoliberalismo contemporáneo: http://alainet.org/active/71752&lang=es
 3.- Revolución, cultura y marxismo, por Fernando Martínez Heredia, en el portal La jiribilla: http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
 4.- Ver el excelente documental de Jos de Putter, titulado « Beyond the game”. Una versión en inglés está disponible en el portal del autor: http://weblogs.hollanddoc.nl/beyondthegame/
 5.- Emir Sader, “Ellos y nosotros. Hacia la hegemonía posneoliberal”:

viernes, 7 de marzo de 2014

Los tropiezos de Washington

La guerra fría aún no se acaba

Pierre Charasse
Foto
Un manifestante sostiene una bandera de la extinta Unión Soviética frente al edificio del parlamento de Crimea en Simferopol, durante una movilización realizada ayer en apoyo a la anexión de la estratégica península a Rusia. Foto Reuters
La crisis en Ucrania pone en evidencia la creciente distancia que separa el bloque occidental de Rusia. Desde que colapsó la URSS, en 1991, el mundo occidental bajo el liderazgo de Estados Unidos se fijó como prioridad estratégica no permitir nunca que Rusia se levante nuevamente como una superpotencia mundial. Estados Unidos desarrolló una estrategia de contención para obligar a sus aliados de la UE y de la OTAN a establecer toda una red de acuerdos políticos, comerciales y militares para impedir a Rusia de jugar nuevamente un papel de contrapotencia mundial de Estados Unidos. En los años 90 los ex miembros de la URSS entraron en la OTAN y Washington presionó a la UE para admitirlos como nuevos socios, desvirtuando así el espíritu originario de la construcción europea. Está claro que para el gobierno estadunidense los espacios cubiertos par la UE y la OTAN deben coincidir. Desde los 90, la prioridad para los occidentales era obligar a Rusia, derrotada ideológicamente y debilitada económicamente pero todavía superpotencia nuclear, a una cierta conducta, en particular sobre el desarme convencional, a cambio de un acercamiento con las economías occidentales. Se creó la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) en 1995, para tratar los temas del desarme convencional y de las fronteras a la periferia de Rusia. Desde entonces, el bloque occidental considera que las ex republicas soviéticas, desde el mar Báltico hasta China, son una extensión del espacio oeste-europeo, y por lo tanto entran en la zona de intervención de la OTAN, lo que molesta fuertemente a Moscú. En 1994, para acabar definitivamente con la bipolaridad del mundo y no dar a Rusia el estatuto de potencia global, el G7, verdadero centro de poder ideológico, político y económico del mundo (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón, Canadá), decidió crear un foro específico de diálogo con Rusia, el G-8. El G-8 está concebido para neutralizar a Rusia e imponerle ciertas reglas sobre seguridad mundial, nuevas amenazas, desarme, proliferación nuclear, terrorismo, etc. A pesar de este trato humillante y discriminatorio, Rusia siempre ha dado buenas muestras de colaboración. Sin embargo, los occidentales le tienen profunda desconfianza, en especial porque los nuevos socios de la OTAN-UE de las repúblicas ex soviéticas se sienten vulnerables frente a supuestas pretensiones expansionistas rusas. Rusia, por razones geográficas, necesita estados-tapones amigos o por lo menos neutrales al oeste de su frontera. En una actitud muy prepotente, Washington le niega a Rusia el derecho de garantizar su seguridad territorial en su periferia y se sorprende de que Moscú se sienta cercada por países miembros de la OTAN, organización militar que no ha dejado de fortalecerse después de la dislocación del Pacto de Varsovia. Estados Unidos considera que él es el único que tiene derecho de organizar el mundo post-soviético en función de sus intereses nacionales, desplegar bases o misiles según las necesidades del momento (Europa, Pacífico), actuar con o sin el permiso de la ONU (Afganistán, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria…) Es la ley del más fuerte. ¿Con qué legitimidad o autoridad moral Obama puede proclamar que Rusia está del lado incorrecto de la historia?
Rusia es un país euroasiático con tradiciones políticas orientales ajenas al los patrones occidentales, nos guste o no. El pueblo ruso tiene raíces milenarias y una relación muy especial con el poder, la autoridad y la religión ortodoxa, siendo al mismo tiempo rebelde y amante de la libertad. En 20 años, las prácticas democráticas occidentales no han permeado todas la capas de la sociedad rusa, que desde el siglo XIII siente en su mayoría la necesidad de tener un poder autocrático fuerte detrás de los muros del Kremlin, nacionalista y paternalista. El amor a la patria (Ródina), a la tierra (Ziemlia), es un cimiento que los occidentales no ven y no entienden. Las discusiones entre slavófilos y occidentalistas que se dieron lugar en Rusia en los siglos XIX y que hoy dividen a Ucrania y al mundo eslavo están todavía muy presentes. El pueblo ruso está convencido de su genio y de su vocación de servir de puente entre Europa y Asia, cuestiona profundamente la autoproclamada misión civilizadora de Occidente y rechaza el capitalismo mercantil representado por oligarcas corruptos apoyados por Occidente. Los pueblos de la ex Unión Soviética recuerdan todavía con emoción y orgullo la Gran Guerra Patriótica (Velikaya Otechestvienaya Voyna), que les costó 20 millones de muertos sacrificados para salvar la madre patria. Están muy resentidos por la falta de reconocimiento de los europeos por este sacrificio que permitió, tanto como el desembarco estadunidense, liberar a Europa del yugo nazi. Desde la desaparición de la URSS, Rusia se siente herida y humillada por Occidente. Quiere recuperar su estatuto de gran potencia y que sean reconocidos sus derechos legítimos de seguridad en sus fronteras terrestres y marítimas. Nunca va a aceptar mutilarse perdiendo su base naval en Sebastopol. Es un puerto estratégico que le da salida al mar Negro y al Mediterráneo. Tampoco va aceptar el despliegue de los misiles del escudo de la OTAN que apuntan directamente a su territorio.
Putin utilizó en los últimos días los mismos argumentos que Estados Unidos y sus aliados para justificar sus acciones en Crimea: proteger la seguridad de sus ciudadanos. E invoca el precedente creado por Occidente en Yugoslavia y Kosovo para pedir un referendo en Crimea o en otras partes de Ucrania. Un referendo podría decidir la autonomía de Crimea o de otras provincias pro rusas, o su independencia, o su reincoporación a Rusia. Vladimir Putin es un gran estratega, formado en la escuela diplomática soviética, como su brillante canciller Serguéi Lavrov. Él sabe muy bien hasta dónde ir, hasta dónde su política es la expresión de un consenso nacional y patriótico y que en los territorios de la ex Unión Soviética hay todavía mucha nostalgia por la grandeza perdida. Sabe que los países europeos nunca se van a lanzar en operaciones militares contra Rusia y que no están dispuestos a sacrificarse par ayudar a Ucrania. Los países occidentales deberían recordar la crisis de Georgia en 2008. Rusia desplegó un potente aparato militar para parar lo que consideraba como una agresión intolerable a su integridad territorial y poner un hasta aquí a una aventura irresponsable fomentada por Occidente.
En Europa occidental hay divergencias frente a la crisis ucrania. Varios países dependen del petróleo y el gas rusos. Alemania tiene muchos compromisos con Rusia. Los halcones estadunidenses no entienden la prudencia de muchos gobiernos europeos frente a Rusia, se enojan y los insultan. La UE, desgarrada entre sus intereses estratégicos con su gran vecino europeo y su temor de disgustar a su mentor transatlántico, muestra su extrema debilidad. Su política exterior es inconsistente. Putin, no sin razón, advierte a Occidente que las sanciones económicas perjudicarán a los que las promueven y que Rusia puede vivir sin el G-8. En el Consejo de Seguridad de la ONU Rusia tiene derecho de veto. China adoptó una actitud sumamente cautelosa. Sabe que oscuras fuerzas occidentales echan leña al fuego en Xin Qiang y en Tíbet, como lo hicieron en Ucrania, para provocar un desmantelamiento de su territorio o por lo menos crear caos para frenar su inexorable desarrollo como potencia. Por esto China llamó al cese de las injerencias extranjeras en Ucrania. Es un mensaje a Estados Unidos.
El enemigo del bloque occidental ahora no es el comunismo, sino todos los pueblos no occidentales (los BRICS, ALBA, Unasur, Venezuela…) que potencialmente cuestionan el orden unipolar del mundo. Obstaculizar el desarrollo de Rusia y China son las dos prioridades estratégicas de Washington para mantener su liderazgo mundial. Es una conducta muy irresponsable. La guerra fría no se ha acabado.
La Jornada. 7 de marzo de 2014.

jueves, 6 de marzo de 2014

Falacias sobre Venezuela



Cinco mitos en la coyuntura venezolana de derechos humanos
 
Antonio J. González Plessmann

 2014-03-05
 
¿En la coyuntura venezolana, la juventud que ejerce su derecho a la manifestación pacífica, en búsqueda de democracia y libertad, es asesinada por el Estado, como parte de una política sistemática de violación a los derechos humanos sobre la disidencia, tal como difunden los principales medios, partidos y ONG de oposición y sus aliados internacionales? Veamos.
 
Mito 1. La juventud del país es el sujeto de las movilizaciones del último mes
 
La Encuesta Nacional de Juventud 2013, realizada por GISXXI, evidencia que el 73% de la población juvenil del país cree que el mejor sistema de gobierno es la democracia participativa y el 60% que el mejor sistema económico es el socialismo. No parece ser, por tanto, “la” juventud venezolana quien se movilizó en contra de la Revolución Bolivariana (que levanta las banderas de la democracia socialista) el último mes, sino una parte minoritaria de esta. Tal movilización ha ocurrido en algunas de las calles de urbanizaciones de clases medias y alta, de 18 (5,3%) de los 335 municipios que existen en el país. Pero no son sólo algunos jóvenes los movilizados. Las imágenes, videos y discursos, evidencian que los acompañan personas de diferentes edades, fundamentalmente de ingresos medios y altos, así como militantes políticos de un sector de la oposición liderado por López, Machado y Ledezma, cuya estrategia de movilización fue presentada públicamente a finales de enero[1].
 
Mito 2. Están ejerciendo el derecho a la manifestación pacífica
 
El artículo 68 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) consagra el “…derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas”. Las manifestaciones más concurridas de la oposición, durante este mes, se han iniciado pacíficamente (marchas y concentraciones), pero la mayor parte de las manifestaciones registradas, conocidas como Guarimbas, así como las acciones en contra de servicios públicos (Metro de Caracas, Pdval, Cantv e instalaciones eléctricas), han sido de carácter violento y están siendo protagonizadas por pequeños grupos de personas dentro de la oposición, que han logrado imponer su agenda a ese sector, no exento de conflictos internos[2]. Como consecuencia directa de las Guarimbas, han sido asesinadas 9 personas de un total de 17 que han perdido la vida en el conflicto: 5 como consecuencia de choques contra escombros, guayas o alambres de púa colocados por manifestantes de oposición; 2 asesinados con armas de fuego al intentar mover los escombros; 1 un transeúnte asesinado con un cuchillo por alguien que había sido agredido por los manifestantes, unos minutos antes y uno más atropellado por un vehículo que intentaba sortear la barricada. Adicionalmente, fue asesinado, en enfrentamiento con civiles armados que estaban manifestando, el Sargento de la GNB, Giovanni Pantoja, en Valencia, y existe un número superior a 30 GNB heridos, en el control de manifestaciones.
 
Mito 3. Están buscando “democracia y libertad”
 
El significado de la democracia y la libertad ha sido objeto de una profunda disputa político-ideológica, en los últimos 15 años. La Revolución habla y construye desde la democracia socialista y la oposición, reivindica para sí, la democracia liberal, de la economía de mercado. Más allá del contenido de ese debate, cuya magnitud rebasa este espacio, resulta paradójico que quienes se asumen defensores de algún tipo de democracia no acepten la voluntad popular ratificada en 18 procesos electorales; el más recientes de los cuales (diciembre 2013) avala la legitimidad de la Revolución con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales. Al acusar al gobierno de “Dictadura”, se autorizan a sí mismos a apelar a fórmulas insurreccionales y conspirativas (el siempre soñado deseo de que algún militar o fuerza extranjera les haga el trabajo que no han logrado por los votos), reñidas con cualquier concepto de democracia. Como señalan más de 40 activistas de derechos humanos en un comunicado que suscribo, “…sus acciones no sólo se expresan contra la institucionalidad democrática sino también, de manera directa, contra la mayoría de la población que ha respaldado a la tolda de gobierno[3].
 
Mito 4. Están siendo asesinados por el Estado
 
La matriz predominante en medios de oposición, nacionales e internacionales, es particularmente perversa con este tema, pues instrumentaliza la muerte de estos compatriotas, a favor de la estrategia que apunta a minar la legitimidad al Gobierno[4]. Todas esas muertes repugnan, independientemente de quienes sean las víctimas y quienes los victimarios. Todas expresan el lado más dramático y doloroso de nuestra disputa hegemónica. Todas deben ser investigadas seriamente, sus responsables identificados y sancionados, sus familiares y la sociedad reparados, y modificadas las condiciones que hicieron posible su ocurrencia. La evaluación, uno a uno, de los casos, evidencia, sin embargo, fuentes múltiples de la violencia, a contravía de la matriz denunciada: a) en 5 casos parece existir responsabilidad directa de funcionarios de organismos de seguridad del Estado (GNB y SEBIN); b) en 1 caso se presume la responsabilidad de un civil armado pro-gobierno; c) en 3 casos se presume la responsabilidad de civiles armados de oposición; d) en 5 casos las muertes ocurrieron a consecuencia de accidentes de tránsito generados por las Guarimbas colocadas por manifestantes de oposición; e) en 2 casos las muertes ocurrieron por conflictos en las Guarimbas y; f) en 1 caso más, se trata de un accidente.
 
Mito 5. Los casos son parte de una política sistemática de violación a los derechos humanos
 
Nada excusa el comportamiento de los funcionarios de la GNB y el SEBIN, que han protagonizado violaciones a los derechos a la vida y a la integridad personal en esta coyuntura. Pero esos casos no demuestran la existencia de una política sistemática de violación a los derechos humanos. Por el contrario, existen suficientes hechos que demuestran una política que pretende enfrentar la impunidad y modificar estructuralmente las condiciones que posibilitan las violaciones a los derechos humanos, en el contexto de manifestaciones. Todos los casos denunciados están siendo investigados, por orden del propio Presidente de la República quien ha dicho, sobre los funcionarios, que “si alguno de ellos aparece involucrado con personas heridas o fallecidos, ¡que pagué con cárcel! No protejo a nadie que dispare contra manifestaciones"[5]. El mismo Presidente propuso a la oposición la creación de una Comisión de la Verdad para investigar la violencia reciente, en marco de su iniciativa de Mesa de Diálogo. Desde 2006 para acá, es posible encontrar, además, una política sistemática de reforma policial, que incluye la construcción de estándares sobre el Uso Proporcional de la Fuerza por parte de funcionarios[6]; así como la cualificación de la formación bajo un nuevo paradigma de la seguridad ciudadana (UNES)[7]. Ningún funcionario de la PNB, formada bajo este modelo, ha sido acusado de vulnerar el derecho a la vida en este contexto.
 
La actual coyuntura demuestra, sin embargo, que los esfuerzos no son suficientes. Siempre que exista un caso y una víctima, es necesario interpelarnos como militantes de la revolución y como gobierno. La reforma no ha llegado a la GNB ni al SEBIN y resulta urgente generar procesos en esa dirección.
 
- Antonio J. González Plessmann es Director de la Línea de Investigación en Convivencia y Seguridad Ciudadana de GIS XXI


[1]Ender Marcano,Dirigentes invitan a discutir `la salida al desastre´ de Gobierno”. Diario El Universal, 24 de enero de 2014.
[2]Ver, “Luis Vicente León afirma que batalla de egos impide dialogar a la oposición”. Correo del Orinoco, 05 marzo 2014.
[3] Varios firmantes, Comunicado “Situación de los derechos humanos en la coyuntura venezolana: Una mirada alternativa” 26.02.14. Consulta en línea: http://alainet.org/active/71655
[4]Un Tweet de Leopoldo López, del 04.03.14, permite ilustrar esta afirmación: "Queremos rendir homenaje a los 18 fallecidos q ha dejado la violenta represión d los órganos d seguridad del régimen de Nicolás Maduro ". Consulta en línea: https://twitter.com/leopoldolopez.
[5]Nicolás Maduro, “No protejo a nadie que dispare contra manifestaciones. 21.02.14. Consulta en línea: http://www.aporrea.org/actualidad/n245699.html
[6]Ver estándares en el sitio web del Consejo General de Policía: http://www.consejopolicia.gob.ve/
[7]Ver programa de formación de la UNES: http://www.unes.edu.ve

lunes, 3 de marzo de 2014

Las imposturas de las élites oligárquicas

Las conquistas democráticas amenazadas

Andrés Mora Ramírez
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Quien haga repaso de las principales tendencias que han marcado el pulso de los procesos políticos latinoamericanos nacional-populares en años recientes, y particularmente en los últimos meses, advertirá sin dificultad una repetición de hechos y acontecimientos, una similitud en la configuración de escenarios de conflicto (incluidos los planes conspirativos), y en la articulación de las oposiciones en torno a liderazgos prefabricados –a la manera de los manuales del Departamento de Estado de los EE.UU-, que están lejos de ser casualidad. A lo que asistimos es a una batalla abierta, de alcance continental, y cada vez menos preocupada por las apariencias, por medio de la cual la derecha neoliberal y proimperialista pretende arrebatar al campo popular las conquistas democráticas de la última década y reconstituir su erosionada hegemonía.
 
Desde campañas electorales sucias, basadas en el terror y en una inescrupulosa guerra mediática contra partidos y líderes de izquierda, y dirigida a la criminalización de movimientos sociales (en México, Costa Rica, Honduras, El Salvador); pasando por maniobras especulativas del capital financiero internacional (Argentina y Brasil); hasta la consumación de golpes de Estado (en Honduras y Paraguay) y más de una asonada golpista (en Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela), constituyen el repertorio de recursos a los que echan mano grupos que han perdido -¿lo tuvieron alguna vez?- el respeto por las formas de la democracia representativa burguesa.
 
En ese marco, se inscriben los hechos de violencia premeditada y alevosa ocurridos en Venezuela desde mediados de febrero, protagonizados por grupos radicales de la oposición, que pretenden escalar posiciones en sus aspiraciones electorales, y por mercenarios paramilitares: ambos, financiados desde el exterior y obedeciendo a un libreto ajeno.
 
Sería necesario exhibir una ignorancia profunda de las condiciones políticas en la América Latina del siglo XXI, o una complicidad inconfesable con los poderes fácticos de la reacción criolla y del “norte revuelto y brutal que nos desprecia” –al decir de José Martí- para no darse cuenta de que lo se viene fraguando en Venezuela contra la Revolución Bolivariana es un intento de desestabilización que, de imponerse, solo abrir la puerta a una casi inevitable guerra civil y a una conflictividad de proporciones inimaginables, con repercusiones en toda la región, y que tiraría por la borda el esfuerzo de una década de construcción democrática de signo nacional-popular: con todos los límites y contradicciones que se quieran señalar a estos procesos, pero también, con los numerosos aciertos que hoy son reconocidos no solo por militantes de la causa latinoamericanista, sino también por organismos internacionales especializados en política social y económica.
 
En un sugerente artículo titulado No es que la democracia esté perdida: está bien guardada y mal buscada, publicado en 2010 en la revista Crítica y Emancipación, el historiador argentino Waldo Ansaldi reflexionaba sobre el complejo devenir del concepto y la práctica de la democracia en nuestra América, desde el período post-independentista hasta nuestros días, y advertía que el principal riesgo de la época que vivimos radica en “unas burguesías crecientemente angurrientas y avaras, que apelan a ella [la democracia] si les sirve para hacer buenos negocios, pero la desechan y violentan si mediante ella los pueblos deciden afectar los intereses –aunque sea en medida discreta– de ellas” (p. 214).
 
Y como retratando la tragedia histórica de nuestro continente, explicaba: “El drama de América Latina fue (y es) que la democracia burguesa, proclamada como objetivo, ha carecido –en buena medida, carece todavía– de su sujeto principal teórico, la burguesía democrática. Parafraseando a Weffort, quien se refería a Brasil, puede decirse que si Marx hubiese sido latinoamericano, habría dicho que en América Latina la dictadura es la forma por excelencia de la dominación burguesa y la democracia, la forma por excelencia de la rebeldía popular” (p. 201).
 
Anticipándose a Ansaldi en el análisis de la cuestión por más de un siglo, ya Martí había señalado, hacia finales del siglo XIX, que el gran problema nuestroamericano era el hecho de que la colonia siguió viviendo en la república. Que la segunda y definitiva independencia –política, económica, del pensamiento- seguía postergada.
 
Esa mentalidad colonial, a la que aludía el prócer cubano, es la que sigue entendiendo el ejercicio del poder como un privilegio cuasi divino, que reposa en el orden oligárquico y en la misión civilizatoria autoasignada de por unas élites que tienen los pies en el país natural, pero sus aspiraciones y constructos ideológicos en los modelos civilizatorios y culturales al uso (fundamentalmente noratlánticos).
 
Antinacionales y antipopulares, esas élites oligárquicas –de viejo y nuevo cuño- se muestran nerviosas, frenéticas, desesperadas por los sucesivos fracasos electorales y por la creciente dificultad que experimentan para articular proyectos políticos con algún grado de legitimidad. Y están decididas a patear el tablero de la institucionalidad y de la democracia representativa, para imponer sus intereses de clase.
 
Ahora es Venezuela, pero en los meses que vienen, sin lugar a dudas, los escenarios de esta lucha se multiplicarán por nuestras dolorosas repúblicas americanas. Especialmente aquellas que se atrevieron a desafiar el destino neoliberal que se nos quiso imponer como único camino posible. Y ahí está el enorme desafío que enfrentamos: o somos capaces de defender lo alcanzado y de reinventar e insuflar nuevo aire a los procesos posneoliberales, o la explosiva combinación de inacción, errores de gestión, burocratismo, conformidad y conspiraciones imperiales, terminarán por arrebatarnos los sueños democratizadores que, hasta ahora, han venido poblando y guiando los pasos de nuestros pueblos en el siglo XXI latinoamericano.
 
REFERENCIA:
Ansaldi, W. (2010). No es que la democracia esté perdida: está bien guardada y mal buscada. En Revista Crítica y Emancipación, año II, nº 3, primer semestre. Buenos Aires: CLACSO. Pp. 189-218.
  
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica.