Alberto Rabilotta
2014-03-07
ALAI, América Latina en Movimiento
Al
igual que las “ofertas” de los mafiosos, las del imperio neoliberal no
pueden ser rechazadas sin fatales consecuencias. Cuando el presidente de
Ucrania, Víctor Yanukóvich, decidió a mediados de febrero pasado no
firmar el acuerdo de comercio con la Unión Europea (UE), Estados Unidos
(EE.UU.) pasó al acto inmediatamente con un golpe de Estado que fue
llevado a cabo con el concurso de fuerzas fascistas previamente
entrenadas, y cuya extrema violencia quedó plasmada en fotos y videos.
Los
fascistas son ahora los comparsas y la guardia pretoriana de los
oligarcas neoliberales asignados por EE.UU. para tomar el poder en Kiev,
respetando el guión revelado en la conversación telefónica filtrada
entre la subsecretaria de Estado Victoria Nuland y el Embajador
estadounidense en Kiev. Y como esos ladrones pescados con las manos en
un bolso ajeno que para salvarse corren y gritan “al ladrón!”, la
reacción de Washington y sus aliados de la UE ha sido la de vociferar
acusaciones contra Rusia por todo lo sucedido.
Esta
crisis es muy grave, y en EE.UU. y la UE están actuando para que del
plano de la política y la diplomacia se llegue al terreno de la agresión
económica, financiera y comercial, sin que se excluya explícitamente la
confrontación militar. Y esto a pesar de que en lo referente a Crimea,
el Presidente Vladimir Putin sólo ha hecho lo que está permitido dentro
de los límites de los acuerdos de Rusia con Ucrania.
Rusia
no está sola y las acciones que el campo del imperialismo neoliberal
emprenda más allá de ciertos límites puede llevar a que muchos países,
entre ellos China, se definan, y eso puede ser más que suficiente para
poner en crisis el sistema financiero, monetario y económico mundial.
Y
si el imperialismo neoliberal está arriesgando tanto por implantar a la
fuerza y con la ayuda de los fascistas, el neoliberalismo en Ucrania, y
agreguemos en Venezuela y otros muchos países en América latina y el
resto del mundo, eso no es signo de fuerza, sino de descontrol y
debilidad.
Al
tratar de explicar el “desvanecimiento” del imperio estadounidense, el
autor y editor Tom Engelhardt comienza planteando, en su artículo “A New
World Order?", en tomdispacht.com (2-3-2014), que “parece que hay algo
nuevo bajo el sol. Hablando geopolíticamente, cuando se trata de la
guerra y los principios del imperio, quizás nos hallamos en territorio
no explorado. Miren en torno suyo y verán un mundo a punto de
ebullición. De Ucrania a Siria, de Sudán del Sur a Tailandia, de Libia a
Bosnia, de Turquía a Venezuela, las protestas ciudadanas (de izquierda y
de derecha) están incitando no sólo desorganización, sino más vale a lo
que parece ser el desensamblado (de-organisation en inglés), una
creciente puesta en tela de juicio del estatus unitario de los Estados,
grandes y pequeños, viejos y nuevos. Guerra civil, violencia y luchas
internas de diverso tipo están visiblemente en alza. En varios casos hay
países extranjeros interviniendo, pero en cada caso el poder del Estado
parece diluirse sin que sea una ganancia para otro poder estatal. Por
eso planteo esta pregunta: ¿En dónde se localiza exactamente el poder en
estos momentos en nuestro planeta?”.
Empezando por el comienzo
Es
difícil, por no decir imposible, entender lo que está sucediendo en el
mundo contemporáneo sin primero interpretar el efecto que los cambios
estructurales de las últimas décadas en el modo de producir capitalista
han tenido sobre las economías, el poder político y las sociedades de
los países dominantes y dominados.
Edgardo
Mocca, en el diario argentino Página/12, escribe –y voy a citarlo
extensamente-, que “la imparable vocinglería mediática provocadora y
desestabilizadora a que asistimos tiene una serie de implicancias
políticas y culturales que suelen ser insuficientemente consideradas,
tanto entre quienes las ignoran deliberadamente a la hora de analizar la
política como en alguna de las miradas críticas que tienden a ver la
relación entre los medios y la sociedad como un mero fenómeno de
manipulación y creación artificial de estados de ánimo” (1)
Apoyándose
en “la magistral reconstrucción del pensamiento del sociólogo argentino
Oscar Landi que realiza Eduardo Rinesi en su libro ¿Cómo te puedo
decir?”, Mocca nos recuerda que en el caso argentino, y esto puede ser
válido para el resto del mundo, “la sociedad actual es el resultado de
un conjunto de experiencias políticas que se desarrollaron en los
últimos cuarenta años en el contexto de una mutación radical a escala
planetaria del mundo laboral, social y cultural en el que vivimos, una
mutación que tiene en su núcleo la cuestión política, la cuestión del
poder”.
Y
más adelante, siguiendo las ideas de sociólogos como Richard Sennett o
de filósofos como Zygmut Bauman y Horst Kurnitzky, apunta que “la
mutación mundial es, ante todo, la afirmación de una nueva hegemonía
cultural y política, la de un bloque social organizado alrededor de las
nuevas formas de dominación económica que tienen en su centro al capital
financiero. Se trata del capital desterritorializado por excelencia, el
que no necesita fábricas ni concentraciones de trabajadores, el que
puede moverse sin límites a través del planeta. No es mera dominación,
es hegemonía porque tiene la capacidad de formar el sentido común
predominante, no solamente por su capacidad innegable de manipularlo a
través de gigantescas agencias de formación de opinión, sino
principalmente porque ese sentido común corresponde a una manera nueva y
distinta de vivir (cuya esencia) es la dispersión, la desagregación
social, el individualismo extremo. Es el modo de vivir que corresponde
al desmantelamiento de la sociedad industrial y salarial, a la
flexibilización de las relaciones laborales, al debilitamiento de las
viejas formas productivas fondistas y el auge de los servicios, puestos a
disposición de un impulso consumista que se mueve en forma
vertiginosa”.
La destrucción creadora del capital
Al
economista Joseph Schumpeter se le atribuye la definición de que “la
destrucción creadora”, que empresas o sectores económicos se desplomen,
es parte esencial del capitalismo porque permite una reconstrucción y
nuevas bases para la reproducción del capital. La destrucción económica y
social es una herramienta que desde el inicio el capitalismo utilizó en
todas las sociedades que encontró en su camino, porque este sistema es
incapaz de funcionar sin un mercado libre de trabajo, como decía Karl
Marx.
Ya
no existe esa “sociedad sólida” que muchos califican de “fordista” por
las líneas de producción que juntaban a cientos o miles de trabajadores,
que habitaban en los barrios obreros y constituían parte esencial de
esa sociedad burguesa que el filósofo y sociólogo Zygmut Bauman describe
como un “obligado matrimonio” entre la clase burguesa y la clase
trabajadora, que siempre fue tenso y lleno de disputas, pero que excluía
el divorcio porque el capital sólo existe si hay trabajo asalariado, lo
que obligaba a las partes en lucha a negociar convenciones laborales
que devinieron las reglas sociales, legales y de convivencia de la
civilización industrial..
Esa
sociedad sólida ha dejado de existir en los países del capitalismo
avanzado, para dar paso a una sociedad líquida, fluida, en la cual el
trabajo, cuando existe, ha pasado a ser una mercancía más, y que como
tal está fuera de la protección que aseguraba el “contrato social”
ganado a través de las luchas sindicales y políticas. En otras palabras,
la economía fue liberada, desincrustada de la sociedad.
Bauman
escribe, en su libro “Modernidad Líquida”, que en esta sociedad,
“víctimas de las presiones individualizadoras, los individuos están
siendo progresiva pero sistemáticamente despojados de la armadura
protectora de su ciudadanía y expropiados de su habilidad e interés de
ciudadanos. En estas circunstancias, las perspectivas de que el
individuo de jure se transforme en un individuo de facto
(o sea, aquel que controla los recursos indispensables de una genuina
autodeterminación), son cada vez más remotas. El individuo de jure no puede transformarse en un individuo de facto sin primero convertirse en ciudadano.
No hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma, y la autonomía
de la sociedad exige una autoconstitución deliberada y reflexiva, algo
que sólo puede ser alcanzado por el conjunto de sus miembros” (página 46
del libro citado).
¿Hay fascismo en Venezuela?
El
gobierno venezolano califica de “fascistas” los grupos que están
efectuando actos de violencia como una forma de protesta que busca
derrocar el gobierno constitucional, que han tratado de tomar edificios
gubernamentales y causado muertes, destrozos importantes y que paralizan
el tráfico y las actividades normales en ciertas municipalidades, y
afirma que estos grupos han recibido diversos tipos de apoyo de EE.UU. y
de las fuerzas que aún controla el ex presidente colombiano Álvaro
Uribe, un peligroso sociópata aliado de Washington.
En
dos párrafos (17 y 18) del artículo anterior (2) cité lo que el
historiador de la economía Karl Polanyi caracteriza como grupos o
movimientos fascistas, y es evidente que tanto los ingredientes como las
condiciones culturales, sociales y políticas, así como los apoyos
internos y externos, están presentes para el desarrollo de grupos
fascistas en Venezuela, y en muchos otros países.
Quizás
por su desarraigo de todo lo que haya sido o sea el concepto y la
realidad de patria, nación o país, que estaba de más mientras estuvo
asociada al imperialismo para explotar el país, la oligarquía y la
burguesía consumidora venezolana estuvo condenada a ser lo que es, una
clase que se ha vuelto más pro imperialista, antinacionalista y
extremista a medida en que guiado por Hugo Chávez el pueblo venezolano
fue avanzando en la construcción de una consciencia nacional, rescatando
su valiosa y magnifica historia, fortaleciéndose cultural, social y
políticamente, y creando las bases de la verdadera patria que tanto
faltaba.
¿No
podemos decir lo mismo de las oligarquías y burguesías de Argentina,
con su reacción visceral ante el rescate nacional que logró el liderazgo
de Néstor Kirchner y ahora de Cristina Fernández de Kirchner, y las de
otros países? Estas irreductibles oligarquías y burguesías nuestras son
la máxima expresión de la mutación de que habla Mocca, de esa hegemonía
social y cultural del consumismo, que desgraciadamente también afecta a
las clases medias, a nuestras juventudes, al conjunto de nuestras
sociedades.
Hay que ver lo que no vemos o no queremos ver
El
escritor, columnista y amigo Carlos Fazio, quien en México ha
investigado la cuestión de la violencia organizada al servicio del poder
y del sistema imperialista, empieza su último análisis en el diario La
Jornada de México, titulado “Sobre mitos, crimen y política” (3 de marzo
2014) citando al comisario divisionario Jean-François Gayraud, de
Francia y especialista en el crimen organizado, para quien “la realidad
no se oculta, somos nosotros los que la negamos”, y continua señalando
que “el auténtico peligro es aquello que no se ha visto o no se ha
querido ver, que se ha subestimado o no se ha creído. En plena sociedad
del espectáculo, lejos del sensacionalismo de los medios, los grandes
grupos de la economía criminal son el lado oscuro de la globalización”.
Hay
que empezar a reconocer la realidad, lo que hemos devenido socialmente
en la sociedad de consumo bajo la egida neoliberal, que afecta a todo el
mundo. Nada ni nadie está a salvo, ni siquiera Cuba, como nos recuerda
el filósofo cubano Fernando Martínez Heredia en una crítica titulada
“Revolución, cultura y marxismo”, donde subraya los desafíos políticos,
sociales y culturales que enfrenta la Revolución Cubana: “En 2011
escribí un texto acerca del enfrentamiento crucial que vive el mundo, en
el que incluía, como es imprescindible, la guerra cultural mundial,
estrategia principal del imperialismo en ese conflicto. Permítanme hacer
una larga cita de ese texto, en aras de nuestro objetivo: Cuba no está
fuera de esa guerra: somos un objetivo especial de ella, porque los
expulsamos de aquí y hemos resistido con éxito al imperialismo durante
más de medio siglo. Ellos quieren restaurar en Cuba el capitalismo
neocolonizado, y para nosotros no hay opciones intermedias”.
Y,
aunque la cita sea larga, vale la pena reproducir el resto de lo que
Martínez Heredia escribió, porque está hablando de todos nosotros, no
sólo de Cuba: “Una entre otras tareas sería trabajar contra las formas
cotidianas en que se siembra, difunde y sedimenta ese control, sobre
todo las que parecen ajenas a lo político o ideológico, e inofensivas.
Por ejemplo, a través del consumo de un alud interminable de materiales
se intenta norteamericanizar a cientos de millones en todo el planeta,
en cuanto a las imágenes, las percepciones y los sentimientos. A veces
tratan cuestiones políticas, con enfoques variados —aunque prima el
conservatismo—, pero la proporción es ínfima en relación con las
cuestiones no políticas. Lo decisivo es familiarizar y acostumbrar a
compartir con simpatía las situaciones, el sentido común, los valores,
los trajines diarios, los modelos de conducta, la bandera, las aventuras
de una multitud de héroes, las ideas, los artistas famosos, los
policías, la vida entera y el espíritu de EE.UU. Sin vivir allá ni
aspirar a una tarjeta verde. Es suicida quien cree que esto es solamente
un entretenimiento inocente para pasar ratos amables”.
“¿Qué
es noticia al servicio de la dominación, para qué, cómo se trabaja,
cuánto dura? En este campo tan crucial para la ideología coexisten los
análisis espléndidos o rigurosos de especialistas, que lo muestran o
explican muy bien, con el tratamiento que suele darse en la práctica a
la información y la consecuente formación de opinión pública. Se ven y
se oyen materiales que constituyen propaganda imperialista acerca de los
hechos que realizan contra los pueblos, sin hacerles ninguna crítica, o
se repiten sus términos, como el que le llama “servicio internacional” a
su ejército de ocupación de un país. No basta con hacer divulgación o
propaganda antiimperialistas, si ellas conviven con mensajes
imperialistas y fórmulas confusionistas. (…)
“No
es posible ser ciego: están tratando de convertir en hechos naturales
hasta sus mayores crímenes, en asunto de noticias sesgadas y empleo de
palabras más o menos comedidas. Su apuesta es lograr que los activistas
sociales y los intelectuales y artistas que son conscientes y se oponen
queden solos y aislados en sus nichos, y sus productos sean consumos de
minorías, mientras las mayorías conforman una corriente principal
totalmente controlada por ellos. El apoliticismo y la conservatización
de la vida social son fundamentales para el capitalismo actual.”(3)
La fatal aculturación neoliberal
La
aculturación se ha convertido en un instrumento de disolución social a
distancia, de propagación de subversión y de dominación, porque a través
de los ubicuos programas de televisión y los videojuegos nos enajenan
de nuestra realidad y siembran la violencia individual, el crimen y la
violencia social. Con el narcotráfico, expandido a escala universal por
las políticas de la CIA para financiar a la contrarrevolución en
Centroamérica, nos han impuesto una violencia criminal que no reconoce
fronteras. Como dice Carlos Fazio, “la globalización de la economía
neoliberal ha ido acompañada de la globalización de la violencia
criminal”.
No
podemos seguir ignorando el impacto social, cultural y político que
tiene el problema de esta aculturación, sobre todo porque los avances en
la electrónica y las telecomunicaciones permiten que hoy día cientos o
miles de millones de niños, jóvenes y adultos tengan acceso a la
panoplia de los “videojuegos” y “entretenimientos”, que se enajenen con
la violencia, que se desensibilicen con la banalización del acto de
matar y que adopten las subculturas profundamente antisociales
subyacentes en esos “juegos”, que por otra parte minan o destruyen los
sentimientos básicos del ser humano, como el altruismo, la solidaridad,
el amor por el prójimo (4).
El
fascismo forma parte del código genético del capitalismo, y es mediante
la sociedad de consumo, o sea a través de los bienes físicos y en la
aculturación implícita en los “bienes culturales”, que la ideología del
fascismo está actualmente siendo transmitida a todo el mundo.
Por
eso estamos viendo, en un contexto económico, político y social
totalmente diferente al ucraniano o europeo, como es el de Venezuela, un
país que respeta a más no poder la democracia, que ha hecho progresos
económicos, sociales, educativos y culturales inimaginables antes de que
Hugo Chávez llegara al gobierno, que el imperio estadounidense
encuentra grupos para promover, financiar y organizar la violencia
fascista contra el Estado, contra sus instituciones y el poder social y
político de la Revolución Bolivariana.
Dicho
de otra manera, el virus fascista ya está en todas partes con la
universalización del sistema neoliberal, en las formas de aculturación
profundamente individualistas, antisociales y violentas que están
incorporadas en la concepción misma de que la sociedad no existe
(Margaret Thatcher), del irracionalismo que supone que el individuo solo
puede alcanzar su plenitud fuera (y hasta en contra) de la sociedad.
La batalla por la realidad
El sociólogo brasileño Emir Sader nos recuerda, en un reciente artículo (5), que “el
movimiento de gobiernos progresistas en América Latina vino para
superar y dar vuelta a la página del neoliberalismo” y que estos “han
atacado los puntos más débiles del neoliberalismo: la desigualdad
social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio con
Estados Unidos. La derecha de cada país y Washington, perdieron
capacidad de iniciativa”.
Pero,
señala en sus conclusiones, hay “que tomar en cuenta el marco general
de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas de vida y de consumo
exportadas por Estados Unidos y asumidas por amplias capas de la
población, el monopolio de los medios de comunicación y los otros
factores que componen el período histórico que vivimos en América
Latina”.
“Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos”.
“Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos”
“Hay que denunciar siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos”.
“Ellos siempre actuarán conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros objetivos”
Es
muy saludable que en los últimos tiempos cierto número de periodistas,
comunicadores, sociólogos e intelectuales de nuestra región hayamos
comenzado a poner la debida atención en toda esta problemática. Quizás
es el resultado o el camino hacia la formación de esa “inteligencia
social” a la que Karl Marx hace alusión en los Grundrisse, precisamente
cuando trata de las condiciones sociales que también forman parte de la
infranqueable barrera que hará “saltar por los aires” el capitalismo.
Montreal, Canadá.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
1.- Edgardo Mocca, Los medios en discusión, Página/12
2.- La “solución fascista” en el neoliberalismo contemporáneo: http://alainet.org/active/71752&lang=es
3.- Revolución, cultura y marxismo, por Fernando Martínez Heredia, en el portal La jiribilla: http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
4.-
Ver el excelente documental de Jos de Putter, titulado « Beyond the
game”. Una versión en inglés está disponible en el portal del autor: http://weblogs.hollanddoc.nl/beyondthegame/
5.- Emir Sader, “Ellos y nosotros. Hacia la hegemonía posneoliberal”: