Para comprender el sifrinaje
(Etnografía de la rebelión de élites en Venezuela)
20 de febrero de 2014
El sifrinaje es el ethos
cultural sedimentado por diferentes oleadas de migraciones europeas a
Venezuela. Ciertamente la oposición actual tiene componentes populares
provenientes del “ascenso social” de un Estado adeco y un país petrolero. Pero
el “sifrinaje” es el sujeto que dirige, financia e impone los criterios últimos
en la oposición política. Anteriormente llamado “mantuanaje” ha
ocupado históricamente la cúpula de la obtención de riqueza y reacciona con
virulencia ante cualquier intento de democratización social.
El chavismo es el sujeto político que emerge para
confrontar la pretensión de perpetuación de poder de las élites quienes se
ampararon en una forma de comprensión del “acontecimiento-Chávez” desde la inmediata
“patologización del chavismo”; del
chavismo como “enfermedad”, como “populismo”, “demagogia”, “ignorancia”. El
chavismo dotó de sentido a partidarios y detractores, poniendo los temas de
clase, procedencia y gusto en el centro de la diatriba.
Lo explica desde la lógica norteamericana el
intelectual republicano David Frum en su artículo Venezuela: ¿abandonará
el Chavismo?: “nadie había sido mejor vocero de los
resentimientos y anhelos de sus clases subordinadas que Hugo Chávez. En una
nación cuya élite históricamente parecía europea, el rostro de Chávez
proclamaba su ascendencia indígena y esclavos africanos. Él bromeaba, se
enfurecía, le concedía favores a los barrios y se hizo enemigo de las
tradicionales clases altas” (http://mexico.cnn.com/opinion/2014/02/18/opinion-venezuela-abandonara-el-chavismo) En palabras anglosajonas
aquí lo que hay es una rebelión de “los marrones” como define ese saber
occidental el indiaje y negraje devenido “pardaje” como sujeto histórico-político
de todo el Caribe como muy bien nos lo describe Juan Bosch.
Briceño León cuando afirma que la “sociedad venezolana
es vergonzosamente racista” investiga a las “clases 1: los ricos” y descubre que sus miembros son “blancos-blancos”,
o “blancos europeos” y que en Venezuela hay una relación proporcionalmente
inversa entre capital y negritud. Su tesis es que “a mayor capital existe menor
oscuridad en la piel” y que el ascenso social queda reducido a determinadas
actividades económicas pero nunca a todas, “nunca a la mediana o gran
industria” por ejemplo. En su investigación demuestra que es en las “clases 2:
los nuevos ricos” y la Clase 3: “la clase media en ascenso” donde los “oscuros
de piel” comienzan a pasar “los filtros sociales con más facilidad” (Las clases
sociales en Venezuela, pág 151). La Clase Alta posee una fuerte influencia en
las capas medias, “recién ascendidos” y los llamados “nuevos ricos” quienes
tienen varias generaciones en la cúpula económica nacional pero sin el “linaje”
exigido para ser incorporados a la Clase propiamente Alta, culturalmente Alta.
Este complejo social permite hablar de Clases Altas y alinear en ese concepto a
las clases medias donde se produce el sifrinismo como ideología.
Por su parte, explicará el filósofo Briceño Guerrero
que “el discurso mantuano (occidental-europeo)
en lo material está ligado a un sistema social de nobleza heredada, jerarquía y
privilegio que en la práctica (…) solo dejó como vía de ascenso socioeconómico
la remota y ardua del blanquiamiento racial y la occidentalización cultural a través
del mestizaje y la educación, doble vía exasperante, sembrada de obstáculos
legales y prejuicios escalonados” (El laberinto de los tres minotauros, pág:
VIII)
El sifrinaje entonces lleva decenas de generaciones
viviendo en el país y nunca ha permitido el “entrecruzamiento racial”, (ni siquiera
con los “orilleros” como aun hoy denominan a los europeos que no tienen
“linaje”) y solo buscan filiación con las familias que llegaron en diferentes
oleadas de castas del Norte de Europa:
Phellps, Vollmer, Blonh, Zing, por poner los ejemplos más notorios. Ese
cerramiento familiar lleva a algunos a hablar de “taras” lo que siempre fue uno
de los rumores clásicos entre los sectores populares para “burlarse” de sus
opresores. Pero también se convirtió en tesis doctoral que llevó a la expulsión
del psiquiatra e historiador Herrera Luque de la Facultad de medicina de la
UCV.
Sifrinismo en la coyuntura (etnografía
de la Alta cultura)
Ese sifrinismo es el que se manifiesta hoy, a
principios de 2014, en las calles de sus lujosas y bien dotadas
urbanizaciones. Lo que estas manifestaciones permiten visualizar es eso que
Herrera Luque llamó el “ser mantuano” y la adherencia de sus nuevas generaciones
que llevan por Rostro los estudiantes de universidades privadas y públicas de
altísimo presupuesto financiado por el pueblo venezolano y con claras intenciones
de vivir en el extranjero después de la obtención del título. Tienen cubiertas
todas las necesidades, nunca han sufrido cortes de agua ni luz y viven rodeados
de productos lujosos en medio de las mayores desigualdades. Esta “protesta”
busca desconocer cualquier vía democrática para la obtención del poder político
y reclama la necesidad del “linaje” y de la “herencia” para volver a la
“normalidad”, a la “paz”. Otra vez Briceño Guerrero lo explica bien: “las anacrónicas intrigas mantuanas no
logran hacer contacto con lo real extraclásico más allá de lo necesario para
sobrevivir” (Idem, pág. X)
Por ello,
la mayor consecuencia del chavismo como fenómeno electoral, social y militar es
que obligó a las élites a aceptar los caminos democráticos por lo que tuvieron
que cambiar de estrategia e intentar apropiarse de urgentes y reales demandas
populares, lo que le permitió influenciar, rozando el triunfo electoral en
abril de 2013, las capas media-bajas que vienen creciendo gracias al ingreso
petrolero de los últimos años y al “engordamiento” del Estado como aparato que
sublima el Sentido socio-histórico y lo subsume en reivindicaciones laborales e
individuales completamente desclasadas y que llevan a formar una clase incluida
pero autorregulada y excluyente de las mayorías que no han podido ser
incluidas. La Burocracia como clase, con sus propios intereses y nuevos
temores.
Pero al culminar el “ciclo democrático” escenario donde
han perdido los últimos 15 años, deciden nuevamente intentar el camino
insurreccional faltando aún más de dos años para que pueda abrirse un nuevo
escenario electoral.
El fracaso “temprano” del camino insurreccional que
ocurrió esta semana, permitirá a la “oposición democrática” que no se sumó a la aventura, reordenar
su fuerza, retomar el horizonte del 2016 y “metabolizar” las demandas del
sifrinaje como “sujeto único” con relación al resto de la oposición que más
bien buscará solidificar su alianza con
sectores populares donde ya han tenido inserción y donde el conflicto de
clase ha sido sublimado.
Pero el nuevo fracaso insurreccional también permite
al chavismo denunciar al pueblo-Todo las intenciones reales del sifrinaje quien
denigra de los sujetos populares, criminaliza toda acción popular que no sume a
sus intereses y termina llamando “mono”, “horda”, “marginal” ya no solo al
chavismo electoral, sino a los sectores populares que votan por su propuesta
electoral. En definitiva, este escenario devela que son los “Amos del Valle” quienes
están detrás de las campañas que interpelan el malestar popular. Las familias Mendoza, Zuloaga, Machado, Capriles,
que como nos recordó Domingo Alberto Rangel en el libro la Oligarquía del Dinero algunas son las mismas que vinieron a imponer la
compañía Guipuzcoana y condenaron a “orillarse” a buena parte de los
europeos que venían de los sectores excluidos de Europa y de las islas, son los
que dirigen las acciones opositoras. Esos que protestan hoy son la descendencia de las oleadas
europeas que culminaron quedándose con las principales riquezas del país por
medio del saqueo, la violencia y la explotación; viven en las “zonas
urbanizadas” de las ciudades, mantienen viaje constante con los países europeos
y norteamericanos, comparten sus “valores culturales” y la principal demanda es
que se detenga cualquier intento de “democratización social” y “socialización
de las riquezas” con lo cual han respaldado siempre la férrea represión como la
de aquel 27 de febrero. Esta demanda tendrán que esconderla los próximos años
mientras sus líderes con “linaje” siguen educándose para convencer al Pueblo.
El chavismo en cambio sufre el riesgo de, diluida la
salida insurreccional, fiarse de las instituciones del Estado y sindicatos como
el petrolero y perder influencia en el barrio como espacio privilegiado de
producción de chavismo, con lo cual dejaría el camino libre, en plena “Guerra
Económica”, para la penetración mayor y definitiva de una oposición diseñada
con los contenidos populares que hoy a la dirigencia chavista le cuesta
territorializar.