MORENA, ESPERANZA PARA MÉXICO
Víctor Flores Olea
En
una semana cuajada de eventos políticos importantes (por ejemplo, la votación
favorable en la Cámara de Diputados de la ley reglamentaria de la Ley de
Telecomunicaciones, después de su aceptación por el Senado de la República), no
hay duda que la declaratoria como partido político a favor del Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA) resulta de una importancia extraordinaria, no
obstante los pros y contras que varios han señalado.
La
primera objeción que se hizo a la formación de MORENA como partido político es
que significaba una división debilitadora de la izquierda mexicana. Y es que
existiendo el PRD, reflexionaron algunos, la formación de otro partido político
del mismo signo ideológico no podía sino significar el debilitamiento de esta
parte del espectro político mexicano. Su división y por tanto su debilitamiento
necesario, sostuvieron algunos, sobre todo cuando la derecha nueva y vieja se
fortalece no sólo a través de sus partidos políticos (el PRI y el PAN), sino
tal vez sobre todo en el espacio prácticamente sin control que se le ha
concedido a los llamados poderes fácticos, que en resumen sintetizan los
intereses económicos que encuentran abiertas de par en par las puertas del
mercado libre (¡vivan las privatizaciones!, como las que están ya aquí en el
sector de los energéticos).
Pero
para Andrés Manuel López Obrador, el primer animador e impulsor de MORENA, la
perspectiva es diferente: en primer término él cuestionaría rotundamente el
carácter de “izquierda” del PRD, que encontraría gran apoyo en el hecho de que
ese partido, en su proceder real controlado por los “Chuchos”, estaría la mayor
parte de las veces, en el mejor de los casos, en un centro vergonzante o de
plano en el esquema de un capitalismo rampante que no siempre acepta la
definición pero que a los ojos de multitud de mexicanos se sitúa fácilmente del
lado de la derecha, sin ofertas efectivas para la sociedad sino convertido más
bien en un testaferro del PRI y, repetimos de la derecha mexicana. La
culminación de esta imagen tal vez se dio con la adhesión plena inicial del PRD
al “Pacto para México” aun cuando después lo hayan invadido las dudas e incuso
haya tomado distancias en algunos temas críticos.
El
hecho es que tales vacilaciones garrafales del PRD lo han debilitado
enormemente y han traído consigo una desconfianza multiplicada y creciente de
la ciudadanía. Es verdad, la imagen que se ha ido consolidando del PRD, muy
lejana de las intenciones de sus fundadores en 1988, han hecho pensar a muchos
otros que la visión de Andrés Manuel López Obrador es la acertada. Es decir,
que en la situación efectiva de México a mediados de la segunda década del
siglo, se hace absolutamente imprescindible un partido consecuente de la
izquierda, y que tal oferta es precisamente la que hace Andrés Manuel López
Obrador con MORENA, y ahora con su conversión formal en partido político.
Por
otra parte, buen número de los argumentos en favor de la aparición del nuevo
partido de la izquierda tienen que ver sin duda con las características
personales de López Obrador, quien ha mostrado ya en muchos años de militancia
una constancia y la decisión de una pieza como líder electoral. Se recuerda que
en 2006, no obstante la hostilidad abierta de Vicente Fox, quien llegó a
plantear el desafuero de AMLO, éste compitió en las elecciones con Felipe
Calderón, quedando a un número corto de votos electorales, y siendo muy
posiblemente víctima de un fraude de dimensiones enormes. Según cifras
oficiales del IFE en aquella época (votación presidencial de 2006) Felipe
Calderón obtuvo el 35.89 de los sufragios, en tanto que AMLO habría obtenido el
35,31%, apenas unas centésimas por debajo. En 2012, que enfrentó a AMLO con
Enrique Peña Nieto, igualmente el constructor de MORENA habría librado una
batalla muy cerrada con su oponente, y a los ojos de muchos también habría
mostrado esa elección muy agraves irregularidades en perjuicio de López
Obrador.
Otra
vez, para muchos, López Obrador representa la oportunidad única de las
izquierdas para darle un golpe de timón a la política del país que nos permita
salir de las políticas destructivas del neoliberalismo, y que signifique
también, para no ahondar demasiado en el tema, replantear una política de
verdadera dimensión social y vinculada efectivamente, por sus orientaciones, a
las necesidades del pueblo. Sin hablar de lo que podría significar como acercamiento
real a América Latina y a las políticas de reivindicación popular que marcan ya
a buen número de países de esta zona del mundo, que es también nuestra pero de
la que estamos tan alejados.
Resultan
desde luego notas indudables de optimismo las presentaciones de su proyecto que
ha hecho el propio Andrés Manuel López Obrador, lo que parece una condición
necesaria para el éxito de un paso delante de las dimensiones del que ha
emprendido. Debemos pues felicitarnos y dar la bienvenida a este nuevo partido
político que ofrece a México un buen número de esperanzas.
Todavía
diremos: MORENA ha crecido en estos años como movimiento social desde luego
exitoso. Me parece que muchos de sus adherentes, actuales y futuros, desearían
que no perdiera, en tanto partido político, las características de cercanía con
el pueblo que implican invariablemente los movimientos sociales, y el carácter
democrático que se desprende de esa cercanía y de una militancia que resulta de
las iniciativas de sus adherentes populares. Pienso que debe conservarse ese
perfil a toda costa, lejano de la burocracia y de la verticalidad que
prácticamente siempre caracteriza a los partidos políticos.
Esta
es la gran oportunidad de MORENA, no solamente la de dar voz a un pueblo que la
ha tenido restringidamente y la de democratizar la política del país, en serio
y no solamente como recurso retórico y por tanto falso.